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Sábado 30/11/2024
 

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Una roteña superviviente de violencia machista cuenta su historia para proteger a otras

Marina pretende con su testimonio acercar a la sociedad roteña su historia y advertir a las mujeres de decir “no” a tiempo ante la violencia machista

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Los kilómetros distancian puntos cardinales, aunque todavía, nadie ha dado con la fórmula para que haga lo mismo con los recuerdos y las experiencias. El tiempo, por su parte, juega en muchos casos a favor y otros en contra. A Marina le persiguen más veces de las que le gustaría episodios en su mente que le han marcado de por vida pero que a su vez le han servido para dar un paso adelante y querer contar su historia como superviviente de la violencia machista. 

Marina, seudónimo por el que sustituiremos su verdadero nombre para preservar la intimidad de esta joven, es una roteña de 21 años que fue víctima de violencia de género por su maltratador, el que fue su pareja durante un año y del cual lleva separada hace uno. Se cumple más de un año desde el fin de su relación nada fácil para ella pero, al menos, mejor que el tiempo de infierno a su lado

Aunque guarda secuelas derivadas de esta anulación a la que estaba supeditada por su expareja, Marina es valiente, comprometida y ha hecho un gran esfuerzo para revivir lo que ha sido la peor etapa de su vida para visibilizar el firme rechazo a la violencia machista desde su testimonio en primera persona. Esta roteña insiste en que se decidió a contar su historia para evidenciar que la violencia machista nos toca más de cerca de lo que pensamos y para lamentar que, a la espera de una sentencia, su maltratador siga en libertad. Por ello, Marina pretende con su testimonio proteger a otras mujeres roteñas para que digan un “no” a tiempo ante la violencia machista. 

Más de 100 llamadas

Marina y su ex pareja se conocieron en el municipio viviendo un inicio de la relación idílico. Aunque no tardaron en llegar las malas palabras y unos hábitos que fueron derivando en una relación posesiva y de sumo control hacia ella. Las discusiones se fueron haciendo poco a poco más comunes y él fue sometiéndola a una relación de toxicidad que la fue desplazando de sus círculos propiciando una situación de dependencia basada en actitudes machistas cada vez más insoportables que derivaron en el miedo. Marina recuerda que durante mucho tiempo en su relación sintió miedo por su integridad moral y física. A esta nunca se le olvidarán momentos que a día de hoy aún le cuesta describir con palabras. Episodios violentos que no corresponde plasmar en este reportaje para respetar la privacidad de la víctima, pero que esta vio considerable destacar que ocurrieron.

Recuerda, sobre todo, el día en el que dijo “basta”. Esta no se encontraba en su casa y recibió, asegura, más de cien llamadas de él desde la puerta de su domicilio para que le dejara entrar. Marina, asustada y preocupada por su familia, ahí fue consciente de que no solo con esa relación ponía en riesgo su persona, sino también a sus seres queridos, y asumió en ese momento que era más que necesario cortar el trato con él: “Antes, no quería ver la realidad y tenía miedo de quedarme sola. Incluso intentaba ayudarlo aunque me perjudicara”. Un momento que recuerda, no fue fácil, puesto que hasta meses después, este, disconforme con la ruptura, continuó con un masivo acoso a llamadas y mensajes amenazantes.

“Fue una pesadilla”, recuerda Marina, quien decidió apoyarse en amigos y dar el paso a denunciar. A su familia tardó algo más en transmitírselo por miedo a que no lo entendieran y a provocar una sensación de decepción en ellos, explica. Sin embargo, estos le ayudaron en el proceso aunque asegura, esta situación también les afectó en gran medida.

La culpa, la peor enemiga un año después

Más de un año después, a Marina hoy la culpa le sigue persiguiendo cada día y es lo que no le deja hacer aún una vida plena: “Pienso muchas veces en cómo me he podido dejar tratar de esta forma por una persona así” y siente vergüenza, afirma, por todo lo soportado: “Yo siento que denuncié tarde porque me ha dejado secuelas a nivel psicológico”. Giovanna Izquierdo, psicóloga especializada en violencia de género en la asociación Mujeres Ante El Mundo que atiende a una treintena de mujeres víctimas en la actualidad, explica a este periódico que el sentimiento de culpa es el más difícil al que se enfrentan las mujeres víctimas de violencia machista, pero a la vez el más común. “La culpa va unida a la dependencia emocional” así como a otros factores derivados de este daño directo en la autoestima de las mujeres como la falta de identidad y seguridad en ellas mismas. Primeramente, el agresor trata de mermar la autoestima de las víctima de forma verbal y física infravalorándola y después con discusiones, insultos y limitaciones que van en aumento.”hasta que ellas razonan que se merecen ese guantazo” y “si no se ponen ese vestido no pasará nada”.

El reto de ser feliz: Un camino posible

Cuando el agresor va degradando a través del machismo a la víctima, recuperar la confianza en ellas mismas es un reto que al principio parece inalcanzable pero que, con acompañamiento psicosocial, es posible. Izquierdo explica que, a través de la atención individual y grupal, poco a poco se va trabajando en el empoderamiento de la persona, aunque el proceso, describe esta psicóloga, es largo. La víctima experimenta altibajos una vez empieza a asistir a la terapia, a caballo entre los sentimientos de liberación y  culpa. También sienten numerosos episodios de rabia y temor y, en muchas ocasiones, como es el caso de Marina, las víctimas sufren trastorno de estrés postraumático. Las dificultades laborales es otra de las consecuencias de ser víctima de violencia machista.

Desde la asociación AMAM, Giovanna Izquierdo explica que la terapia con ellas está basada en una perspectiva holística donde se van proponiendo pequeños objetivos. El empoderamiento pacífico, la motivación y el fortalecimiento de su círculo son claves aquí. Todo ello hasta “reconocer las conductas con el objetivo de que dejen de sentirse culpables” y “entren en razón” dejando de atribuirse a sí mismas la culpa en un constante. Esta especialista asigna los sentimientos de paz y tranquilidad a la verdadera felicidad de las víctimas. 

Lo que requiere de mayor urgencia para prevenir estos casos de violencia es identificar comportamientos machistas que no deben quedar impunes ni deben ser normalizados, apunta Giovanna Izquierdo. En la educación en igualdad está la clave, apostilla, una educación con perspectiva de género que propicie a los más jóvenes a crecer en igualdad ante los mensajes de odio y los comportamientos machistas que cada vez son más frecuentes en las redes sociales y que muchos jóvenes aún no tienen la capacidad para discriminar y ser críticos ante cierto contenido. En este sentido, contando su historia Marina pretende hacer un ejercicio de sensibilización para que las mujeres reconozcan los síntomas de una relación machista: “Pretendo y espero que nadie llegue a ese punto y las víctimas sean conscientes desde el primer momento”.

El caso de Marina es una sucesión de infortunios que, a pesar de haber denunciado, esta reconoce no haberse sentido arropada en el ámbito psicológico ni en el judicial durante el proceso de denuncia. Lamenta que, a pesar del seguimiento policial que está recibiendo que consiste en ponerse en contacto con ella con frecuencia, esta cree que no fue asesorada lo suficiente para estos casos. La especialización en violencia de género de los profesionales es algo que echó en falta durante el proceso así como un acompañamiento psicológico garantizado. Un año después del procedimiento, Marina ha encontrado una asociación que la atenderá psicológicamente aunque asegura, nadie debería sufrir el desamparo de la administración que vivió. Por su parte, desde AMAM, reivindican la necesidad de poner a disposición de las víctimas pisos tutelados que faltan en la localidad y que son clave para garantizar esa seguridad a las víctimas de violencia machista. Según la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer del Ministerio de Igualdad, el 57,3 % de las mujeres que viven en España ha sufrido algún tipo de violencia machista a lo largo de su vida. A nivel local, coincidiendo con el 25 de noviembre, Día contra la violencia de género, Mujeres Ante el Mundo ha puesto en marcha un año más, una encuesta anónima y voluntaria dirigida a la población roteña para conocer el estado de la violencia de género en nuestra localidad. 

En la actualidad, Marina asiste a sesiones de terapia, estudia y hace lo posible por rehacer su vida. Tiene muy claro que la violencia machista es de tal urgencia, que la sociedad no debe quedarse al margen de esta lacra social que, en lo que llevamos de 2023, se ha cobrado la vida de 52 mujeres en 2023, el último feminicidio ha sido este sábado 4 de noviembre en la localidad madrileña de Getafe. Un total de 1.237 mujeres perdieron la vida a manos de sus parejas y exparejas desde que se iniciaron los registros oficiales. Los feminicidios son la materialización más cruel de la violencia machista, aunque el machismo empieza a infectar mucho antes una relación. Ante estas insoportables citas, son muchas las mujeres como esta roteña que generosamente nos ha relatado el infierno en el que vivió, que supieron poner un punto y final a tiempo y hoy trabajan hacia conseguir esta felicidad plena. Marina hace hincapié en el esfuerzo personal que supone emprender una nueva vida y los resquicios psicosociales de una relación con los que aún tienen que lidiar, lamenta, mientras “él sigue libre”.

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