Hace unos días me preguntaba un amigo si era mala persona por intentar evitar que su hijo fuese alpinista, actividad que le gustaba en exceso y que cada día le exigía mayor altura y dificultad, y con ello, un mayor riesgo. Le respondí en un tono tranquilizador que sería una mala persona si no Le preocupase que su hijo, con 8 años de edad, escalara en situaciones de mayor peligro.
Los deseos de los niños en muchas ocasiones generan cierta controversia que debemos asumir, pero como padres nadie nos puede quitar que velemos por su seguridad, a veces coartando esa supuesta libertad, para mí sobrevalorada en dichas edades. Nuestro deber como padre es velar por ellos más allá de esa atracción que puedan tener por ciertas actividades y/o hobbies y, llevarlas a cabo, debería ser dentro de un contexto de protección muy bien definido y prepararlos para afrontar las distintas etapas que vivirán a lo largo de sus vidas dentro de esos riesgos que dichas actividades implican, asumiendo que en esas edades no son conscientes aún de las verdaderas consecuencias.
Ese miedo de un padre es más que aceptable y está dentro de nuestra naturaleza. Otra cosa es pretender que nuestros hijos/as sigan nuestros pasos por cuestiones diversas que ahora no vienen al caso, como una proyección de nuestra propia frustración que entraña riesgos psicológicos a largo plazo muy obvios y de los que se ha hablado hasta la saciedad. Pero lo que verdaderamente me preocupa de estas controvertidas cuestiones es cuando se utiliza a los menores para un supuesto triunfo en el que participan miles de pequeños, creándose esa competitividad en edades muy tempranas y generándose tensiones que marcarán sus vidas, donde ganar o perder son las únicas opciones a considerar.
Con ello no niego la competitividad bien aplicada o bien entendida, pero muy alejada de aquello que observo y que distorsiona los verdaderos objetivos y valores del deporte, hobbies o actividades que se realizaban para divertirse y no para conseguir trofeos, para mejorar actitudes y no reconocimiento, y afianzar valores y no la búsqueda de un futuro no sólo para los pequeños, para toda la familia.