Los resultados de las elecciones municipales en distintas localidades, especialmente de nuestro litoral, han sido interpretados por algunos analistas como refrendos a las políticas urbanísticas de sus regidores. En especial dilucidaban que la voluntad popular deseaba esos magnánimos proyectos de grandes edificios y de ocupación hasta las mismas orillas del mar. Todo ello resulta un claro ejemplo de la lejanía con la que aún se observa por estas latitudes el cambio global y la crisis climática en ciernes, que tantos desastres naturales y humanos nos depara, cada vez de forma más extensa e intensa. En uno de los episodios de la magistral serie Thewire, en español Bajo escucha, se trata el problema de una recalificación de suelos para un gran desarrollo comercial y residencial de suelos cercanos al mar en la Bahía de Baltimore. La trama, tratada con rigor y maestría, se centra en unos de los problemas consecuentes de esta crisis climática, la respuesta de las aseguradoras. Quién se atreverá a asegurar comercios, oficinas, aparcamientos o viviendas en primera línea de costa a sabiendas de que las consecuencias superarán con creces las previsiones.
El pasado miércoles se celebró el día mundial del medio ambiente, este año dedicado a la contaminación atmosférica, esa contaminación de gases de efecto invernadero, la de esas pequeñas partículas tan dañinas para todos, que no vemos pero que resienten nuestras vías respiratorias sustituyendo nuestro vital oxígeno. El Secretario General de la ONU en su mensaje de ese día reclamaba medidas para reducir la alarmante contaminación de nuestro aire. Mientras, aquí, con tanto partido y tantas elecciones, se ha echado en falta ese nuevo discurso que cala cada vez más en los grandes países europeos. Un discurso más concienciado por la ecología humana y la relación entre la sociedad y el medio ambiente como base del futuro. Seguirán bajo escucha, mientras aquí no plantamos ni un nuevo árbol.
