Cuenta una leyendaque a la muerte de Ulises los gobernantes de Ítaca le negaron dedicarle el ágora. La razón esgrimida ante el solicito pueblo fue que en la lápida no podían escribir la manida frase de toda una vida dedicada a lo mismo. Desde entonces Ítaca fue burda, porque la zafiedad de los gobernantes se define por sus simplezas. Una de las manifestaciones más netas del patáncon poder es su zozobrante querencia por dedicar a personas cualquier elemento de la vía pública, desde una plaza a una farola. Más allá de inmortalizar en la historia a un personaje son dos las oscuras razones que persiguen, ganarse la providencia de que en el futuropondrán su nombre a una gran plaza o avenida y, la más sublime, recordar a los adeptos que quien quiera medallas que se las gane, es decir que sean buenos aduladores.
Hace poco Pepe Gómez se jubiló. Funcionario desde jovencito, cuandocon visera y manguitos registraba con el tampón cuanto papel caía en sus manos, y así toda una vida. Ante su marcha el jefe propuso sin entusiasmo homenajearle evitando cualquier celebración. Fue tan fácil como comunicar que quienes desearan participar enel evento debían desembolsar la mitad de su salario. Era obvio que nadie se apuntó y el evento quedó reducido a la entrega privada de una placa de alpaca en la que rezaba A Pepe Gómez por toda una vida dedicada a su función. El honor de Pepe de haber servido durante cincuenta años como funcionario público se vio mancillado por la deshonra de unaustero homenaje. Al salir del despacho, con lágrimas de pena, le esperaban sus compañeros, y fue su joven sustituta la encargada de entregarle unas fotocopias. Era el Discurso de Tucídides destinado a elogiar a Pericles, uno de los más bellos de la historia, y por el reverso las dedicatorias de todos los que honraban su marcha. Aquel sencillo regalo y un prolongado aplauso fue el más sentido de los homenajes que Pepe mereció. Y gracias a Tucídides comprendió, en sus soledades bajo un olivo, que los zafios soportan que se elogie a los demás mientras creen que las acciones elogiadas pueden ser ejecutadas también por ellos; pero en caso contrario sienten envidia.