El misterio de Cañete

Nadie podía sospechar que aquella pequeña gruta que se abría entre coscojas y espinos negroscontenía algo tan asombroso. Sorprendían aquellas manchas turquesas que engalanaban las paredes en sus poco más de veinte metros de profundidad. Su descubrimiento se produjo hace unos pocos años y la Cueva de La Romera de Cañete La Real apareció citada por primera vez en las revistas científicas. En ella estaba escrito un indicio para entender el origen de la vida. Aquellas manchas verdes que dormitaban en la oscuridad de la caverna correspondían a un cianidio, una sencilla alga que fue uno de los primeros organismos en aparecer sobre La Tierra, nada menos que hace dos mil millones de años. Ahí estaba, como si el tiempo no pasara por ella, capaz de haber sobrevivido a los más grandes cambios climáticos, a las grandes extinciones, a la ausencia de la capa de ozono y a otras tantas vicisitudes ambientales que hoy tanto nos alarman pero que se han reproducido una y mil veces en la historia de la vida, y que es historia gracias a que siempre se repuso de tantas catástrofes. La Enciclopedia Británica pone como ejemplo de los límites de la vida a estos cianidios, capaces de vivir en las condiciones más extremas en los pocos lugares donde se conoce, condiciones imposibles para todos los demás habitantes del planeta. Comento el asunto con Antonio Flores quien me interpreta de manera épica una posible razón de tan extraordinaria presencia. La Vida ha escondido pequeños tesoros como garantía de que ante las peores circunstancias pueda seguir alojada en este pequeño rincón del Universo. Estos reducidos contingentes son como batallones de salvación dispuestos al rescate evolutivo de la vida sobre laTierra. Un planeta en el que hoy su peor amenaza es la especie humana, que por sus inconscientes actos se ha convertido así misma en la más amenazada de extinción. El consuelo que nos queda, cuando miramos a un horizonte muy lejano, es que si la vida debe reprogramarse en algún momento sobre el planeta tendrá marca malagueña, gracias al Cyanidium de Cañete. Un orgullo que esperemos sea para un futuro de miles de años.