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Miércoles 30/10/2024
 

El jardín de Bomarzo

El gato y el agua

La estrategia política es tan sutil y compleja que nosotros, pequeños y dóciles mortales, somos incapaces de entenderla porque nuestras neuronas no bipolarizan como las otras

Si el trastorno afectivo bipolar describe al afectado como un individuo que oscila entre la alegría y la tristeza de una manera acentuada debido a un desequilibrio electrónico en sus neuronas y sin que medie el entorno, hoy, haciendo uso de una reciente faceta mía psicoanalítica para la que en modo alguno obtuve titulación, traslado la idea a éste mi artículo que bien pudiera ser entendido como introductorio al mundo de la bipolaridad política.
Fácil sería extenderme por el sendero del político que en campaña dice una cosa y cuando gobierna hace otra bajo la excusa de que no sabía lo que había y baste una fugaz mirada al entorno presente para captar la idea, pero no. Habría, entiendo, que profundizar en la búsqueda de esa neurona afectada que provoca cambios drásticos en la toma de decisiones de un día para otro, tal vez en la idea de que la estrategia política es tan sutil y compleja que nosotros, pequeños y dóciles mortales, somos incapaces de entenderla porque nuestras neuronas no bipolarizan como las otras. Pensemos que sea eso.

Conexión Nagoya. Es como si el brillo de la luna me llamara y decido comprarme un cohete para ir con el dinero del contribuyente. Pero yo no soy astronauta, y al menos yo lo sé. El Ayuntamiento de Jerez, en una estúpida y lamentable decisión, tiene la idea cuando gobierna el PSOE de Pilar Sánchez de adquirir dos máquinas por un valor de 619.305 euros al objeto de imprimir cosas, sean folletos, periódicos o lo que pensara la dama en un pico de euforia. La Sakurai Oliver 475 SDW, con un peso de casi 19.000 kilos, era todo un prodigio de aparato al imprimir a cuatro colores y en alta definición entre 4.000 y 15.000 páginas por hora -514.865 euros-, mientras que la otra, más pequeña, era una Hamada H234A -104.440 euros-, y se hace a través de una sociedad intermediaria, Mag D Print, con sede en Badalona, que es quien vende para España lo que produce la compañía japonesa Sakurai Graphic Systems, con sede en Nagoya. Estúpida decisión. Tan estúpida como que ahora el gobierno del PP, a través del ICO, haya pagado la factura. Porque sin saberlo lo ha hecho a la sociedad intermediaria, inmersa en un concurso de acreedores y el dinero, por esta razón, se lo ha quedado el BBV, lo que quiere decir que las dichosas imprentas en ningún caso van a salir de Japón con destino a Jerez para hacer con ellas lo que sea ya que las has pagado, que es lo que jamás se debió hacer porque pagas cuando has obtenido o tienes la certeza de que vas a obtener algo pero nunca por nada y aquí lo único que se va a obtener, y tal vez ni eso, es un largo pleito que terminará, probablemente, en nada. Más de cien millones de pesetas del contribuyente jerezano, que en puestos de trabajo municipales vía ERE son gente, tirados a la basura por la bipolaridad de Sánchez, manifiesta, y la falta de rigor administrativo actual que les lleva a entretenerse más en puntear el supuesto color político de la gente de dentro que en profundizar en temas mayores. ¿Dónde están las máquinas? ¿Se ha interpuesto ya una querella? ¿Sí, no? ¿Lo ha hecho el Gobierno o lo ha pedido la oposición? Y mientras ahora todos callan queda la sensación de que los jerezanos son medio tontos, y la tele del Gato dando publicidad a la idea. Y deben serlo ya que son los que pagan.

El agua. Lo de vender la piel del oso antes de cazarlo es muy español, de hecho perdemos más tiempo en especular cómo repartimos el premio antes que dedicar esfuerzos en ganárnoslo. El concurso para la venta de Ajemsa, de cuyo canon por anticipado depende el futuro económico inmediato del Ayuntamiento, ha quedado soberanamente desierto, tal y como sucediera hace escasos días en Zaragoza y que este medio, a modo de aviso, advirtió, tras lo cual se ha ampliado en quince días el plazo en la idea de probar suerte de nuevo y que alguna de las empresas encuentre la financiación que a día de hoy no ha encontrado. ¿Por qué no la han encontrado? ¿O es que no interesa Jerez? A las empresas interesadas, que en realidad siempre fueron cuatro, interesa un concurso como el de Jerez pero ninguna parece tener liquidez propia para afrontar ese canon y ninguna ha podido encontrar financiación externa porque nuestro telediario habla a diario de palabras como rescate, bonobasura, vuelta a la peseta y el FMI pinta el futuro a peor y el gestor del fondo, que puede ser un ruso o un checoslovaco, no se fía de España y, menos, de Jerez, que dentro del panorama nacional destaca por lo malo y al que se le hace un flaco favor cuando en la tele se le toma como ejemplo del desastre nacional.
La planificación sobre la venta de Ajemsa es un ejemplo de bipolaridad política por cuantas veces ha cambiado el criterio hasta llevarlo a lo que se presenta como una subasta pública pura y dura donde lo único que se valora es la capacidad inversora de las empresas y en ningún caso un criterio para la mejora del servicio, todo ello a través de un concurso rígido que no se adapta a la situación financiera del momento. Por tanto, y sobre todo por esto último, desierto. ¿Y ahora? Pues si en dos semanas no se logra una oferta habrá que pensar sacar esos 80 millones de euros previstos y necesarios hoy de otro sitio y, llegado a ese punto, adivinen. Unamuno decía: “Tengo el consuelo de mi pesimismo porque por mal que vengan las cosas no vendrán peor de lo que yo me temo...”. Pues eso.

El gato al agua. No me gusta ese programita de charanga y pandereta, y mucho menos cuando usa el nombre de la tierra que me vio nacer como ejemplo del mal. Me hiere. Me indigna. Sobre todo porque solo se habla de lo malo y no de lo mucho bueno que también hicimos y porque la culpa de lo primero siempre la tienen otros. Y todos los jerezanos, todos, yo mismo, Pilar, Pacheco, Pelayo, mi cuponero de la esquina... somos responsables de lo bueno y de lo malo, cada uno en su grado, desde el que coge una papeleta para votar hasta el que intenta subastar una empresa pública para, entre otras cosas, pagar una máquina que encargó otra y que, ojalá me equivoque, jamás pisará el suelo de esta bella y enorme ciudad que no merece el calvario público y privado por el que está atravesando.

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