“Muchas personas que tienen alucinaciones se callan por vergüenza o miedo a ser tomados como locos o posesos”, dijo a la agencia de noticias Efe el catedrático emérito de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid Francisco Alonso Fernández, quien reconoció que es imposible cuantificar el número de personas que tienen alucinaciones en España.
Alonso, miembro de la Real Academia Nacional de Medicina (RANM), sostiene que, frente a la definición francesa y tradicional de “percepción sin objeto”, la alucinación es en verdad “una proyección exterior de un objeto psíquico sensorializado”.
Es decir, cuando una persona afirma que ve un elefante, en realidad sí lo está viendo, “es algo que nace en su cabeza, lo proyecta al exterior y termina viéndolo”.
Esta consideración fenomenológica pone en tela de juicio, a su entender, la coincidencia entre la realidad que captamos y la objetiva, ya que la primera de ellas siempre se basa en nuestra propia elaboración y nunca coincidirá ni con la segunda ni con la de otras personas.
Alonso distingue entre alucinaciones patológicas y las no patológicas.
Las primeras aparecen, aunque no sean constantes, en todo tipo de enfermedades psíquicas, mientras que las segundas se dan en personas sanas que viven situaciones extraordinarias, por ejemplo, por vivencias de soledad como las de un explorador perdido en el desierto que ve un oasis.