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Miércoles 27/11/2024
 
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Torremolinos

¿A dónde va el ser humano?

Tras las conquistas hasta ahora conseguidas, convendría interrogarse si en verdad han servido para despojarnos de las amenazas del hombre contra el hombre mismo. ¿Qué futuro tiene hoy el ser humano sin aún no respeta el derecho de los demás?

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Tengo la costumbre de no dejar de hacerme preguntas. Después de leer a Onetti, por aquello de revivirme a su lado y de solidarizarme con su centenario, más me interrogué ante la íntima soledad del individuo que reflexiona escribiendo. Hay tantas inutilidades que nos tragamos y tantos accesorios que nos escoltan y que no sirven para nada, que uno llega a preguntarse a poco que lo intente: ¿A dónde va el ser humano? ¿Dónde quiere llegar? Los tiempos actuales apenas dejan tiempo para la escucha, para la meditación, lo que dificulta el crecimiento interior de la persona como tal. Quizás lo más urgente ahora sea armonizar lo científico con los valores humanos imprescindibles. Hay que injertar los diálogos en los diarios de la vida como norma costumbrista, en vez de disparar como un francotirador al lenguaje humano, que sale del corazón. Si la investigación científica debemos ponerla en beneficio del ser humano, hagámoslo antes hoy que mañana.
En España aún se muere sufriendo por falta de unidades de cuidados paliativos. También las lingüísticas han de ponerse a merced del entendimiento. No tiene sentido que el día del Español, por ejemplo, se constate la fortaleza de la lengua en todo el mundo menos en España.
Una mirada comprensiva sobre si mismo y sobre el mundo, es la visión de quien ve la vida en su profundidad, percibiendo sus dimensiones de belleza, de invitación a la libertad y a la responsabilidad. El goce de los derechos humanos ha de universalizarse. Por desgracia, esto no es así, una visión panorámica del ser humano en el mundo nos muestra que la situación es preocupante. A poco que ahondemos en el conjunto de los derechos enunciados en la Declaración o en los Tratados internacionales, veremos que la violación de tales principios está a la orden del día. Con razón, el presidente del Consejo de Derechos Humanos, Martin Uhomoibhi, desafió recientemente a la comunidad internacional a adoptar normas claras y realistas que sean jurídicamente vinculantes para combatir la creciente impunidad a nivel mundial. "Insurgencias, guerras, actos de terrorismo, y otras acciones que provocan violaciones masivas de los derechos humanos son concebidas y ejecutadas porque la comunidad internacional no ha abordado las raíces de este fenómeno", dijo Uhomoibhi. Agregó que el Consejo es la última esperanza de las víctimas de abusos de derechos humanos y no debe dejar que las presiones políticas y la indecisión obstaculicen su actuación. "No puede haber justificación para negar acceso a la investigación de graves abusos de derechos humanos que ocurran en cualquier parte del mundo", acotó el presidente saliente del Consejo de Derechos Humanos.
Por otra parte, la humanidad se encuentra desvalorada, como ausente en las impuras plantas de los variopintos poderes. El vacío que solloza por las habitaciones del ser humano lo ocupa una razón desencantada, que no se atreve a mirar a la verdad de frente, que se contenta con soluciones partidistas del gobierno de turno. En esta encrucijada de caminos perdidos, de revueltas desaprovechadas, la estética que por si mismo gobierna a todo ser humano, se presenta como la única alternativa posible capaz de crear una cultura nueva que responda a las expectativas más profundas del ser humano, y por tanto, devolverle la ilusión por hacer humanidad. Las universidades de todo el mundo, como ventana predilecta de creación de cultura y de forja de pensamiento, tienen una importancia estratégica para que el ser humano retorne a la senda de la conciencia crítica. Se precisan centros de enseñanzas libres de la esclavitud de las ideologías o de la economía, capaz de abrirse al ser humano como tal y al mundo.
A veces nos creemos más de lo que somos y, sin embargo, en contradicción con lo anterior, nos estimamos menos de lo que valemos. El ser humano necesita hacerse valer más allá de un nuevo orden en los mercados financieros y desempolvarse de las redes de inmigración clandestina y mafiosa. Tras las conquistas hasta ahora conseguidas, convendría interrogarse si en verdad han servido para despojarnos de las amenazas del hombre contra el hombre mismo. ¿Qué futuro tiene hoy el ser humano sin aún no respeta el derecho de los demás? ¿Hemos crecido en amor social o en egoísmos?... Son interpelaciones que todos estamos obligados a hacernos. Es el momento, pues, de que todo ser humano aprenda a respetar a los suyos, que somos todas las personas, aunque no piensen como nosotros. Esta alegría es una conquista pendiente como lo es, asimismo, que a uno le dejen vivir en la armonía del cosmos con la regia dignidad.
Dignidad por la que Onetti luchó a través de sus obras. Cabe subrayar este párrafo, pronunciado en España con motivo del Premio Cervantes, quizás encontremos alguna clave para cuando menos intentar ser más humanos: "Dijo Flaubert, quizá con excesiva ingenuidad, que si los gobernantes de su tiempo hubieran leído la educación sentimental, la guerra franco-prusiana jamás se habría producido. Por mi parte les pediría que leyeran a Cervantes, al Quijote. Confío en que si lo hicieran, nuestro mundo sería un poco mejor, menos ciego y menos egoísta". Cervantes y la libertad: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos". Cervantes y el ser humano: "Encomiéndate a Dios de todo corazón, que muchas veces suele llover sus misericordias en el tiempo que están más secas las esperanzas". Paréceme, Onetti, que has dado en el punto y seguido. Que alguien continúe.

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