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Miércoles 27/11/2024
 

Todo está ferpecto

Problemitas del primer mundo

Si lloriquean esta Navidad, que sea por las ausencias y los que padecen, y no por hacer cola para comprar lotería o un kilo de percebes

Publicado: 19/12/2023 ·
19:59
· Actualizado: 19/12/2023 · 19:59
  • Colas en una administración de lotería. -
Autor

Daniel Barea

Yo soy curioso hasta decir basta. Mantengo el tipo gracias a una estricta dieta a base de letras

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No daba crédito la primera vez que lo vi. Tampoco he dado crédito la penúltima, hoy mismo, antes de escribir. El anuncio de la Lotería de Navidad de este año me ha dejado estupefacto porque el punto de partida de la historia lacrimógena a la que nos tiene acostumbrada la empresa con más ingresos del Estado lo protagoniza una mujer adulta que acaba lloriqueando porque, amárrame esos pavos (que exclamaría Rosa Belmonte), le encargan comprar un décimo y un regalo para su padre y cerrar la reserva para una cena de 17. Problemas del primer mundo.

A ver, que la presión es como el dolor de muelas, cada uno soporta el suyo con la entereza que pueda. Pero, demonios, que te hagan unos encargos, todos los encargos, no es para desear con todas tus fuerzas que desaparezca toda la gente. Digo yo. Igual soy un triste o un aguafiestas o intenso hasta la náusea. Pero cuando activo el modo navideño, doy gracias a Dios (o a la vida) por tener lo suficiente para regalar a mis hijas y a B, comprar algo que no sea avena, quínoa y ensalada de cuscús para las cenas de las fechas señaladas e incluso tomarme una cerveza o dos con mi viejo amigo J.

Y no puedo evitar quitarme de la cabeza las colas del hambre, que si duelen durante todo el año, en estas semanas hielan el corazón. Frente a la mujer adulta que lloriquea porque tiene que cumplir con los mandados de su padre y su hermana, a uno se le parte el alma por esos niños y niñas que tendrán un juguete gracias a asociaciones civiles y religiosas que apelan a a la solidaridad.

Frente a la mujer adulta que desea que desaparezca todo el mundo en el pasillo de una casa perfectamente equipada, confortable y decorada con buen gusto, la conciencia de uno se agita si repara en que hay familias enteras que se tienen que arrebujar bajo un montón de mantas porque enchufar la estufa es un lujo.

El deseo de la mujer adulta se cumple. Al día siguiente, en Madrid no hay un alma. Pasea alegremente por la mega urbe sin el asfixiante tráfico, los turistas repelentes, y sin tareas que cumplir. Pero, al caer la noche, echa en falta las cálidas voces de su padre y su hermana. Y todo queda en un mal sueño. Al día siguiente, abraza a su progenitor, dando a entender que ha comprendido que lo importante es lo que tiene... ella. ¡Qué cosas!

Aun a riesgo de ser tachado de ser un triste o aguafiestas o de echar mano de topicazos, me veo en la obligación de recordar que la Navidad, como durante el resto del año, no puede ser una excusa para dar riendas sueltas al consumismo desaforado, pensar exclusivamente en nuestra mesa y olvidar, porque nos lo merecemos y el resto no, que hay tanta miseria que ni siquiera un décimo premiado con El Gordo podrían solventar.

Tanto para los que creen en que hay motivos para celebrar algo como para los que lo hacen por puro placer, más que feliz Navidad, les deseo, por encima de todas las cosas, que, si lloriquean, que sea por las ausencias y por los que padecen, no porque tengan que hacer cola para llevarse un par de kilos de percebes.

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