Tal día como hoy de hace 40 años, estaba esperando en las bambalinas del gran teatro Falla con la ilusión de que la comparsa infantil 'Angelito de Color' pasara a la final del concurso, como lo hiciera el año anterior 'Los ilusionistas'. Cuando de repente, llegó la triste noticia que un teniente coronel llamado Antonio Tejero, con varios números de la Guardia Civil, irrumpía en el Congreso de los Diputados para perpetrar el fallido golpe de estado en febrero de 1981.
Por entonces contaba con treinta y seis años, y aunque no era practicante activo en la política, como la gran mayoría de los que hacíamos carnaval, estaba influenciado por las canciones de protesta de grandes autores y la rumorología que poco a poco iba demoliendo los cimientos de un aletargado y vetusto movimiento, para despertar en la soñada libertad que también comenzaba a vislumbrarse a través de la fiestas de los carnavales.
De hecho, hacía unos años que se aboliera la encorsetada “Fiestas Típicas Gaditana”, impuestas por el régimen franquista allá por el año 1950, a petición del Gobernador civil Rodríguez de Valcárcel, con motivo al sufrimiento provocado por la explosión del depósito de minas de San Severiano en el año 1947, que vistió a Cádiz de luto llevando la tristeza a la ciudad de la alegría. Pero aun así, seguirían aplicando la férrea censura con el lápiz “azul y rojo”, que impedía expresar los sentimientos libertarios de los autores.
Ya en el año 1973, más de la mitad del repertorio en el apartado de cuplés de la Comparsa 'Los Fenicios', era subrayado de color azul, permitiendo que pudiera cantarse en el escenario del Gran Teatro Falla. Y si por infortunio aquellas letras que sufría la tachadura del peligroso color “rojo”, algunos de los escondidos fantasmas que se encargaban de reprimir la libertad callejera, las oía en algún lugar durante las fiestas, incluso podía conducir a que los componentes del grupo dieran con sus huesos en la cárcel del pueblo o ciudad en el que se interpretase.
Lógico que en aquellos momentos pensara muy seriamente que podría ocurrirnos a todos los que, como yo, tirábamos de los sensible hilos de libertad que esplendorosamente comenzaban a fraguarse dentro de las adormecidas conciencias, cuando ya nuestros pulmones sentían la necesidad de aspiraban lo aires de aquella “libertad sin ira” del grupo “Jarcha” y otras canciones de protesta, donde tantos jóvenes empeñábamos la sangre, el corazón y hasta las mismas “asauras”.
Por suerte, para tranquilidad de todos, al día siguiente de 23F, en el cuarteto gaditano llamado ‘Cuatro parlamentarios parlanchines y estrafalarios’, Sebastián Pérez apareció en el escenario disfrazado de Tejero y gritando “¡Silencio! ¡Al suelo!”, y el público se lo tomó como una burla carnavalesca más, convirtiendo aquel golpe de Tejero en un “tejerigazo de churros de la Guapa”.
Ojalá que a todos aquellos que de alguna manera intentan desestabilizar los pilares de nuestra democracia con “agendas villarejadas”, barricadas a las fuerzas del orden, o incordios regionalistas, sufran un “tejeringazos” parecidos para que esta libertad, aunque con sus fisuras, se prolongue durante otros cuarenta años más.