Además de tener una buena idea, los emprendedores deben tener una serie de características personales y habilidades, y también pasión. Esta emoción intensa y profunda les impulsa hacia algo que les entusiasma o les motiva, les lleva a superar obstáculos, alcanzar metas y enfocar su energía en los proyectos que emprenden. La pasión se siente, se contagia. Cuando a alguien le gusta lo que hace se nota, se transmite, y cuando no hay pasión también se nota. Muchos proyectos comienzan con mucho empuje e ilusión, pero no siempre es fácil mantenerla. La pasión actúa como un motor interno que nos empuja a seguir adelante, sobre todo cuando las cosas no nos salen bien. Es lo que nos hace perseverar y mantener las ganas de avanzar. Emoción y razón deben coordinarse para emprender. Sin el combustible emocional de la pasión costará más perseverar, pero hace falta aplicarla racionalmente, enfocarla a entender las necesidades de los clientes y a satisfacerlas mejor que la competencia. La pasión no lo es todo, pero sin ella es más complicado emprender y, más aún, disfrutar del proceso.
La pasión se asocia con emociones o sentimientos intensos que pueden dominar a la persona, tanto negativos como positivos, y que pueden perturbar el juicio racional. Así, demasiada pasión puede ser perjudicial, sobre todo cuando algunos emprendedores están tan convencidos del potencial de su proyecto que no son capaces de ver los posibles problemas, o dificultades a los que se pueden enfrentar. Este enamoramiento a veces les dificulta aceptar sugerencias u opiniones que planteen dudas sobre su proyecto. En SECOT asesoramos a muchos emprendedores y alguna vez les cuesta entender que no compartamos su entusiasmo, o que les demos una perspectiva menos apasionada intentando ser más realistas, para que en su trayectoria como emprendedores no tengan que descubrir otra acepción menos amable del término pasión.
En su origen, la palabra pasión proviene del latín passio, que significa sufrimiento, padecimiento o acción de soportar algo, que a su vez se deriva del verbo patior, que significa sufrir, soportar, padecer o experimentar. Para demasiados emprendedores la pasión y el entusiasmo por su proyecto cambia a una pasión de sufrimiento. No ayuda el exceso de burocracia, ni el beso de Judas que cobra de forma inexorable sus monedas, ni sentir la empresa como una carga pesada. Quienes gobiernan nuestros imperios modernos deberían alentar que más emprendedores y empresarios no pierdan la pasión y el entusiasmo que les lleve a crear valor, empleo y riqueza para la sociedad.