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Miércoles 27/11/2024
 
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Sevilla

El “Hernal” y Antonio Machín

En la Sevilla de la posguerra, de los “años del hambre”, de la cartilla de racionamiento, del estraperlo, del maquis, de las restricciones eléctricas...

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  • Escena cotidiana -

La “Casa Hernal” (1929-1952), en la esquina de la plaza Nueva y calle Tetuán, fue la “sala de fiestas” más avanzada de la posguerra. Desde 1929 hasta 1952, la “Casa Hernal”, de la familia Hernández Nalda, estuvo en la esquina de la plaza Nueva y la calle Tetuán, como restaurante, confitería, charcutería, café y cervecería, sala de exposiciones artísticas y sala de fiestas sucedánea del cabaret prohibido, donde debutaron los mejores cantantes de los años cuarenta, principalmente el mítico Antonio Machín. El “Hernal” fue un establecimiento emblemático de la hostelería sevillana de su época.

En la Sevilla de la posguerra, de los “años del hambre”, de la cartilla de racionamiento, del estraperlo, del maquis, de las restricciones eléctricas, entre 1940 y 1952, en pleno apogeo del nacional catolicismo y sus tiranías sociológicas, la masa popular tuvo la subcultura de la canción llamada nacional, subdividida en canciones testimoniales y sentimentales, que sirvieron a la sociedad para recrear sus vivencias cotidianas.
Entre los años 1945 y 1950, apenas terminada la II Guerra Mundial y en pleno fragor de la ofensiva soviética contra España, el cancionero testimonial y sentimental tuvo añadidos sociológicos vinculados a la censura, de manera que, a falta de los todavía inexistentes seriales radiofónicos lacrimosos y televisiones basuras, la masa pudo interpretar los mensajes subliminales de determinadas letras de canciones que se adelantaron más de una década a la después llamada canción protesta o canción social de los años sesenta y setenta.

Así, por ejemplo, “Raska yu”, de Bonet de San Pedro, tuvo una interpretación negativa que puso en guardia a los celosos inquisidores de la Iglesia Católica y pretendieron prohibirla, nada menos porque la letra ponía “en duda los novísimos del hombre”. O sea, que cuando Bonet de San Pedro, autor e intérprete de la canción, decía “Raska yu, cuando mueras qué harás tú. Tú serás un cadáver nada más”, estaba poniendo en duda los “novísimos del hombre”: muerte, juicio, infierno o gloria. La lista de canciones con letras mutiladas o versos cambiados, es muy extensa y no viene ahora al caso, pero adelantamos que parte de las canciones de Concha Piquer estuvieron en el punto de mira de los celosos cuidadores de la moral.

El “Hernal”, como se conocía popularmente, estuvo en la esquina de la plaza Nueva y la calle Tetuán, y fue uno de los establecimientos abiertos con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929, por iniciativa de Antonio Hernández Nalda, hermano de José y Carlos, hijos los tres de Antonio Hernández Merino, fundador en 1885 de la confitería “La Campana”. El “Hernal” abrió como restaurante y confitería, que fue ampliando a charcutería, café y cervecería, y mediado los años cuarenta montó una “sala de fiesta” para competir con las ventas del alfoz donde subrepticiamente se ofrecían espectáculos propios de cabaret, por entonces prohibido. El “Hernal” trajo a Sevilla a las estrellas de la canción, como Bonet de San Pedro, Jorge Sepúlveda, Rodri Mur y, especialmente, al cubano Antonio Machín, que en Sevilla abrió las puertas de su éxito nacional. “Madrecita”, “Angelitos negros”, “Dos gardenias”, “Mira que eres linda”, “Espérame en el cielo”, “Amor no me quieras tanto”, “Cuando me besas”, “Anoche hablé con la luna”, fueron canciones que Antonio Machín popularizó en el “Hernal”, en una ciudad todavía provinciana que mantenía en pie gran parte del caserío histórico heredado de centurias anteriores, que en los años sesenta sería masacrado.

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