No es tanto el valor económico como lo que demuestra, que no es otra cosa que la falta de controles de las administraciones públicas con el dinero de los administrados.
No es tanto el daño que haya podido causar a la consolidación del suelo de la rampa de subida con estas lluvias, que debe ser mínimo si lo hay, como el daño que hace a la confianza en las administraciones y en quienes están al frente de ellas.
Desde la delegada de Fomento, que estuvo inaugurando el carril bici entre Bahía Sur y Cádiz -y que se ha cambiado el proyecto original tres kilómetros más corto, posiblemente para que pase por Bahía Sur- hasta el delegado del Gobierno de la Junta en Cádiz, que se supone que es el que manda en la presencia de la Administración andaluza en la provincia. Si es lo que lo dejan mandar en algo.
Lo cierto es que al poco tiempo de ese acto de inauguración a bombo y platillo se observa el detalle como una mancha en el traje de la novia dos segundos antes de empezar la ceremonia.
Los pinos que se han plantado junto a la rampa y que el día de mañana darán sombra a los usuarios del sendero y carril bici, están bien plantados y verdean. De hecho, están replantados. Pero sólo la mitad de ellos. Los otros, lo que están más hacia Cádiz, están muertos, todos, no un par de ellos porque no han agarrado.
El motivo es el que mosquea al contribuyente porque no se sabe en manos de quién está. Todos los pinos están muertos porque los han sembrado sin quitarles el envoltorio que los proteje hasta depositarlos en la tierra, el plástico que cubre la raíz, de color verde que asoma en todos y cada uno de la más de media docena de pinos muertos. Por asfixia, se supone. No se trata de una arpillera de material biodegradable, sino plástico, como se nota sólo tocarlo. Además de haberse plantado en pleno verano, según han informado a este periódico, un verano extremadamente caluroso.
Y es verdad que no va a subir el déficit público por eso y que es sólo un ‘descuido’. Lo malo es que se sigue adelante el sendero y se ven muchos descuidos.
Entre ellos que el paso de automóviles por la que fuera carretera de servicio hasta la depuradora, después de las lluvias, ya está dejando los charcos en las rodadas.
Poco más arriba, el colmo de los colmos, el sumun de los proyectos chapuceros de la Junta, el salto del carnero sin carnero y sin salto del proyecto del tranvía, traviesas apiladas por si alguna vez puede medirse con el Cercanías, que pasa hacia Cádiz.
Y un poco más allá, el molino de mareas de Río Arillo, o lo que queda de él, que está apalancado para que no se les caigan las vergúenzas a quienes tienen el deber de protegerlo y conservarlo u obligar a hacerlo. Casi en frente, siguiendo para Cádiz, la salina Dolores, esa en la que los ayuntamientos de Cádiz y San Fernando querían hacer un montón de cosas. Cada vez que se reunían se les ocurría una nueva.
Ahora está en ruinas. Con un letrero para los listos que quieran entrar. Y algún día se caerá, de la noche a la mañana o poco a poco. Tiene tiempo de aquí a que alguien mueva un dedo. U obligue a moverlo.