Invisibles

Publicado: 08/02/2015
A poca distancia de estas palabras se encuentra como cada mañana, como cada día, una persona que habrás mirado miles de veces pero a la que nunca has visto...
A poca distancia de estas palabras se encuentra como cada mañana, como cada día, una persona que habrás mirado miles de veces pero a la que nunca has visto. Se trata de un joven estudiante francés. Cuatro idiomas. Decenas de trabajos eventuales. Un error. Y vivir en la calle.

Mientras que estas palabras se distribuyen en papel, otra jornada al sol se abre para él. Detrás de esta página han quedado noticias sobre conflictos, corrupciones, alguna nota agradable y los deportes. Poco espacio para los seres invisibles.

Si te acercas y hablas con él, tienes una buena historia para contar. Un folletín que debes conocer.
Confía en su perro. Soni se llama. En las personas, no lo sé. Supongo que aún le debe quedar algo de esperanza. No tiene otra opción.

Unos metros sin agua y poca luz les sirven de cobijo por las noches. Cien euros de alquiler. De dos a tres se saca cada día. A mí tampoco me salen las cuentas. Compra la ropa “a dita” en “los chinos”. Un euro de vez en cuando para poder pagar los treinta que le piden por una cazadora.

Lo de comer lo resuelve, se lo arreglan las vendedoras de los comercios cercanos. Una lata de “Coca-cola” es un lujo que de vez en cuando se permite. No en días de fiesta. Su calendario es elemental, todos son lunes.

¿Un albergue? ¿Un comedor social? Imposible. Soni, el perro, su confidente, se tendría que quedar fuera. No es un hábito muy nuestro el de pensar en los animales. En otros países si existen estos centros sociales. En unos tan estrafalarios que consideran a tu mascota como parte de ti. “¿Cómo voy a comer y dormir allí dentro sabiendo que Soni está tirado en la calle?”, se pregunta.

Una amiga nos presentó. Charlamos. Comentó que todo fue por un error. La persona de la que se enamoró se cansó. La amada puso fin a una historia que había comenzado años atrás en otro país. La familia bien de la chica nunca lo aceptó. La novia hizo cuentas y tomó la decisión. “Tienes que comprenderlo”, le dijo. Su familia ahora es Soni. De la suya, mejor no hablar.

Ésta no es una historia triste. Nada de dramones. Es una persona fuerte. Vital. Lo que vive ahora es circunstancial. Un episodio. Algo coyuntural.

La economía y el empleo crecen, lo dice la televisión haciéndose eco de las fuentes gubernamentales. Seguro que más pronto que tarde a él también le llegará la recuperación económica. Entonces conseguirá un buen trabajo. Se volverá a enamorar. Formará su propia familia. Dejará de ser invisible. Al menos para los suyos y las instancias oficiales.

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