Junto al asunto de la crisis, del que menos rédito está sacando del que cabía esperar, el de la financiación autonómica es el otro filón con el que ahora cuenta el PP para ejercitarse en su labor de desgaste al Gobierno de Zapatero, aunque en este terreno los de Rajoy y compañía deberían de andarse al menos con igual ojo que los sociatas, porque, si no, puede salirles el tiro por la culata y resultar hasta más trasquilados. Por mucho que se empeñen, es de cajón que el nuevo sistema que el equipo de Solbes baraja, para satisfacción de Montilla y el govern de la Generalitat, aparte de Esperanza Aguirre y el señor Camps, prime a las comunidades más pobladas, porque son las que necesitan más recursos para garantizar los servicios mínimos que la administración, en el contexto del actual estado de bienestar, tiene el compromiso de prestar a los ciudadanos y, al mismo tiempo, es de justicia también que contemple unos factores de ponderación, tales como la renta por habitante, el grado de dispersión demográfica, la tasa de envejecimiento, el número de personas dependientes, que beneficie a aquellas otras menos pobladas y con un PIB más reducido, es decir, menos ricas, para consuelo de Fernández-Vara, Barreda, Tourinho, Chaves y demás. Una especie de sistema proporcional corregido como lo es el electoral, que ha sido útil y tal vez, no lo sabría decir con exactitud, porque mi capacidad de análisis de la realidad política de este país no llega a tanto, aún continúe siéndolo, por la que está cayendo y la que está por caer. Lo único que está claro es que ésta, la del reparto de los dineros públicos, es una de las cuestiones más controvertidas en lo que a la estructuración territorial del estado respecta y que exige, pues, un mayor entendimiento del exhibido hasta ahora entre los dos grandes partidos de ámbito nacional. Cosa, por desgracia, harto improbable, si nos atenemos a lo que ya pasó en la anterior legislatura con las reformas estatutarias y recordamos el guirigay que se armó. Como bien dice el refrán, difícil es que llueva a gusto de todos, nada más cierto. Pero lo verdaderamente importante es que llueva, y mucho mejor si es donde más falta hace, sobre todo, después de tan larga sequía y con la amenaza de la desertización de por medio. Todo sea para incrementar la calidad de la sanidad, la educación y la atención social y del modo más eficiente. Feliz 2009.