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Miércoles 27/11/2024
 

Huelva

Quedan menos ovejas marismeñas que linces

Su población se estima en poco más de medio millar de ejemplares, la mitad de los cuales se conservan en Doñana, en la marisma de Hinojos

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  • Churra Lebrijana (macho). -

La oveja churra lebrijana u oveja marismeña se adaptó a las duras condiciones de la marisma de Doñana pero sus bajos rendimientos -sólo se aprovecha su carne- la hicieron inviable económicamente, lo que ha situado a esta especie autóctona al borde de la extinción y, según han alertado biólogos y pastores, ya quedan menos que linces.

Su población se estima en poco más de medio millar de ejemplares, la mitad de los cuales se conservan en Doñana, en la marisma de Hinojos (Huelva), en el mismo límite del parque nacional y el parque natural de su entorno, y la otra mitad en la Sierra Norte de Sevilla gracias a un programa de la Diputación Provincial de Sevilla, mientras que el lince ibérico cuenta con más de un millar de ejemplares en la Península.

Las ovejas marismeñas que quedan en Doñana son propiedad de la Cooperativa Ganadera de las Marismas de Hinojos (Huelva), integrada por 350 socios que poseen fundamentalmente vacas y caballos y que conservan un rebaño de algo más de 200 ejemplares de estas ovejas por el empeño de hombres como Manuel Naranjo, de 65 años, maestro jubilado, pastor vocacional y exalcalde Hinojos por IU.

También por el interés y la vocación de Rafael Mateos, presidente de la Asociación de las Churras Lebrijanas que a sus 35 años es el único pastor profesional de la cooperativa, quien decidió ejercer este oficio al no conseguir nota suficiente para estudiar Veterinaria -"los pastores son lo que están en verdadero peligro de extinción", ha apuntado a EFE el biólogo Juan José Negro, de la Estación Biológica de Doñana, instituto que dirigió durante tres años.

Adaptable al cambio climático

Juan José Negro dirige un grupo de investigación que ha entregado a la Diputación de Sevilla un proyecto para la conservación de la oveja marismeña que, si prospera, habría de desarrollarse durante un mínimo de tres años y que serviría para salvaguardar esta especie que, según el biólogo, sería la que mejor podría adaptarse a las nuevas exigencias provocadas por el cambio climático.

La oveja marismeña es inmune a la mosca gusanera, plaga que hace estragos en la cabaña de merinas, y no padece hongos en las pezuñas aunque pise continuadamente terreno inundado, como es el caso de la marisma cuando llueve, pero no ha podido con la ley de la oferta y la demanda que rige los mercados.

Su leche no se aprovecha, y no da lana sino vellón, que antaño se empleaba para los colchones pero que ahora carece de valor -el esquilado en la última temporada aún está en un almacén porque nadie se ha interesado por llevárselo ni regalado-, pero sin embargo su carne resulta deliciosa a los paladares refinados.

Manuel Naranjo y Juan José Negro han coincidido en señalar el sabor "presalado" de la carne de esta especie de ovejas por alimentarse de pasto seco y salado, además de íntegramente ecológico, un tipo de carne muy valorado en gastronomías sofisticadas como la francesa.

Por ese motivo, el proyecto de investigación presentado por el equipo de Negro incluye un estudio de las posibilidades comerciales de la oveja marismeña para estudiar las posibilidades de que su demanda cárnica garantice la viabilidad de la especie como actividad ganadera y, por tanto, su subsistencia.

Fina estampa

La oveja churra lebrijana tiene una estampa fácilmente distinguible por la moña con la que culmina su testuz, el color negro que circunscribe su boca y ojos, y las guedejas de su vellón y su cola, además del porte, la cornamenta y la alzada de los carneros, que llegan a superar los sesenta kilos.

También se distingue por los saltos que efectúan cada tramo cuando corren por la marisma al ser agrupadas para enredilarlas, lo que las distingue de otras razas como las merinas, mucho menos salvajes por prolongadas estabulaciones.

El comportamiento silvestre de las ovejas marismeñas se aprecia en otros detalles, como el instinto de protección con sus borregos, ante los que se las hembras se interponen y rodean con pasos vigilantes ante cualquier visita, y en los topetazos con los que se enfrentan los machos entre sí.

Pero las características naturales de estas ovejas que habitan la marisma en plena libertad tampoco favorecen su conservación ya que, según Manuel Naranjo, cada año se pierden la mitad de los borregos por los ataques de los zorros, una proporción tan elevada que no la sufre ninguna otra especie ganadera.

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