“Me encantan los idiomas, la literatura y la poesía como abstracción de la palabra. Pero creo que hablamos demasiado. Yo mismo hablo demasiado” explica en una entrevista.
“La gente que no habla mucho suele decir cosas interesantes cuando lo hace. Es algo que me gusta mucho y que está presente en la cultura samurái”, dice.
Así, cuatro años después del periplo lleno de brillantes diálogos en Flores rotas y después de un proyecto frustrado, en Los límites del control, en la que realizan breves intervenciones Bill Murray, Óscar Jaenada, Tilda Swinton, Luis Tosar o John Hurt, habla de no hablar. Al menos si no es necesario. De observar y empaparse de información.
De paso, Jarmusch se regodea en las posibilidades cinematográficas que le dan parajes como las Torres Blancas de Madrid, las calles estrechas del centro de Sevilla o una casa abandonada en Almería, captadas con la sensibilidad fotográfica de Christopher Doyle, colaborador habitual de Wong Kar Wai.