Con “La edad ligera” (Rialp. 2021), obtuvo Marta Jiménez Serrano un accésit del premio Adonáis en su última convocatoria. Nacida en Madrid en 1990 y docente universitaria durante cuatro años en la Universidad gala de Lorraine, coinciden en esteaño su bautismo novelístico y lírico.
El volumen se articula mediante un canto unitario enraizado en la búsqueda de una identidad capaz de aunar la materia íntima con los anhelos colectivos. Y de esa pacífica batalla, deviene un verso creado desde un espacio que se aposenta de forma determinante, sugerente: “La sed parece inmemorial,/ pero es mentira./ Se estira hasta nacer cada minuto/ -siembra el erial,/ dora el luto-/ y vuelve a aparecer/ sin morir nunca./ El día empieza/ cada tres segundos”.
Marta Jiménez Serrano torna su experiencia de interioridad en una estancia desde la cual acomoda su decir, coloquial en ocasiones, más depurado en otras, pero sin perder en ningún momento una esencia regeneradora quereencuentra un territorio capaz de sustantivar la conciencia lectora. Porque sus elementos temáticos son, a su vez, afines al diario acontecer, al bordón de lo vital. Tiempo y amor resueltos en un ayer y un mañana que posibilitan una palabraplen de tradición y de modernidad: “Si vas a contemplarme/ y a hablarme de mi pupila azul como el cielo,/ sabe que es verde clara como la tila/ y marrón como el suelo./ Y si vas a decirme/ que poesía soy yo/ sabe/ ángel de amor/ corazón de bruma/ que poesía soy yo/ porque soy la pluma”.
Su complicidad verbalhace percibirun ámbito denso si límpido, inquietante si fluido, y merced a la flexibilidad de su discurso el yo lírico vertebra una sólida realidad temporal. Claro que, en el propio intento de aprehender su totalidad, surge la inevitable incertidumbre, la duda que -a veces- rige el pensamiento y nubla -no siempre- el corazón: “Sólo sé que no se sabe./ Lo sé tanto/ que soy sin duda alguna la primera/ que lo enuncia en la cabeza (…) Todo está ahí/ yo estoy ahí,/ en lo hondo/ está lo más ligero”.
Diecisiete poemas componen esta entrega donde subyace una singular polisemia, una variedad de azares que pronuncian con destreza la dicha y el desconsuelo humanos. Porque junto a los deseos, las convicciones, las heridas o los temores, hay también un cuerpo y una voz que luchan por encontrarse: “No sabría decirte lo que soy”. Y desde ese intento de cobijarse en su propio cántico, de construir un verso mirífico, balsámico, surgen instante lúcidos, de alta temperatura poética: “Cómo entender que me querrás/ con todo lo que no tengo./ Que nunca ha sido más tersa/ mi piel que en tus manos,/ Que/ basta con la simpleza de lo que soy,/ igual que un rayo de sol/ le basta al verano”.
En suma, un poemario que sirve como gratísima carta de presentación, y que lleva anudado a sus páginas una natural expresividad, una original mirada, una honda y honesta elocuencia: “Di/ adiós./ Dale valor/ a tu alma triste/ escúchate con todo./ Atraviesa el dolor/ no hay otro modo”.