La reciente aparición de “La trama del cielo” (Vitruvio. Colección Baños del Carmen.) de José Félix Olalla, supone la decimo quinta entrega del autor madrileño (1956).
Tras la publicación en 2021 de “Letra de vuelta”, anoté que aquel poemario suponía un paso adelante en su madurez versal y verbal. Medianteun lenguaje intensificado, acumulativo, revelador de su moderna personalidad, José Félix Olalla revivía un espacio común si propio desde el que vertebraba un discurso pleno de referencias literarias y personales.
Ahora, en esta
trama celestial, el poeta recurre a una mirada contemporánea para mostrar la perpetua transformación que nos asola. Desde el conocimiento englobador de la materia, se puede ser capaz de generar una ascensión epistemológica dadora de humanas certidumbres. Y, con tales mimbres, el sujeto lírico aborda al par de estas páginas una atractiva estructura antropológica que permite comprender y analizar la semántica de los símbolos; o lo que es lo mismo, la otredad de los atributos que nos señalan y nos distinguen.
Dividido en cinco apartados, “Universo”, “Mundo”, “Hombre”, “Historia” y “Numen”, el volumen medita sobre el imaginario de lo empírico, sobre las otras geografías que nombran lo cíclico y lo no lineal del tiempo, sobre la topografía de la naturaleza, de los dioses, de lo angélico… Un ambicioso intento, sí, de
recomplacerel cosmos mediante la afirmación de la palabra: “Toda tierra es sagrada y es horizonte,/ la mecen las brisas,/ la profanan las guerras y las furias./ Toda la tierra es tuya/ con sus aguas./ Toda la tierra es nuestra,/ nuestra herencia”.
Todo aquello que roza el signo, la utopía, el mito, la alegoría, el ente…, se hacen, aquí y ahora, argumento que hilvanacon sólida aguja las costuras que integran la conciencia y consciencia. Porque en el verbo de José Félix Olalla hay un anhelo por integrar los elementos no sólo subjetivos u objetivos, sino también aquellos que son intuitivos y que derivan en supersticiones o ficciones distantes, en cierto modo, de la razón: “Podrán los vegetales llenar su encarnadura/ y ellos portarán toscas herramientas/ de la región esquiva./ Habrán ascendido a una patria melosa, llena de promesas sin saberlo,/ habrán acudido a un nuevo continente./ Serán los primeros habitantes de esta tierra/ a la que pronto llegarán otros pueblos temibles”.
La percepción y fabulación que en su día alzase Henri Bergson desde el correlato de lo cotidiano, tiene en estos poemas, plenos de sugerencias, un contrapunto tamizado por lo extraordinario. Siendo el individuo el único dotado de juicio, es, a su vez, el único capaz de comprometer su existencia antes aspectos irracionales. Y, en esa dualidad, en esa extrema dicotomía, vive y respira
La trama del cielo, el tejido lírico que subyace en su urdimbre, en donde nace y concluye el instinto de subsistir: “El enigma del Ser/ se extiende por la historia,/ sin un punto de apoyo./ El inmenso tapiz que sirve de telón/ se desenvuelve./ La intuición de futuro/ en la que vive el hombre/ camina hacia una expresión final/ del Dios invisible”: