La sala de la Alianza de las Civilizaciones en Ginebra fue inaugurado por los Reyes, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon. En dicho espacio se puede contemplar la cúpula del artista mallorquín Miquel Barceló y que se ha visto envuelta en la polémica por el uso de una partida de al menos 500.000 euros del Fondo de Ayuda al Desarrollo (FAD) del Ministerio de Asuntos Exteriores para su financiación. Además, tras ser preguntado en varias ocasiones, el ministro Moratinos tuvo finalmente que desvelar el precio de todo el conjunto: 18,5 millones de euros. Sin entrar a valorar el tremendo error de la Casa Real por vincular a los Reyes con esta polémica, afirmar que el arte no tiene precio, como hizo el ministro, es necedad achacable a un hecho todavía más grave, que es no querer que las cuentas públicas sean conocidas. Existen dos debates que rodean a la financiación de la obra de Barceló. El primero es sobre el valor económico del arte moderno. El segundo, de mucho más calado, es si es ético pagar con dinero de ayuda contra la pobreza obras de arte para los países ricos. Quizá sea el momento de recordar la vergonzante comilona de la que dieron buena cuenta los mandatarios del G-8. Allá por el mes de julio, una cena de la cumbre de los jefes de Estado más poderosos estaba compuesta por 19 platos, todos cocinados por un chef japonés que cuenta con una estrella Michelín y, por supuesto, con alimentos de calidad y precio sólo a la altura de los más poderosos. Entoces, el presidente dijo que con un par de platos hubiera sido suficiente. Y tenía razón. Pero también una buena recopilación de fotografías, por decir algo relativamente barato, hubiera bastado en la cúpula para la ONU, pero el presidente no ha hecho una apreciación semejante. Una cena no es una obra de arte, o al menos no perdura tanto tiempo como tal. Pero la vergonzante cena sí tiene algo en común con la obra de Barceló. La cumbre era para hablar de la pobreza y el mural del artista se ha pagado con fondos para el Tercer Mundo. Asuntos Exteriores no ha sido claro con el uso del dinero de que dispone, lo que genera muchas dudas. Más grave es que la cúpula de Barceló sea tachadad de inmoral porque se financia con dinero de los pobres.