Vivir de la hostelería se ha convertido en España en todo un calvario lleno de decepciones y situaciones que rozan la esclavitud. Hace unos días leía una noticia sobre la falta de profesionales en dicho sector, donde los hosteleros exigían ayudas para sus negocios, algo comprensible, pero no ponían en valor el enorme esfuerzo y compromiso de sus trabajadores, obviando las miserias que se esconden tras muchos restaurantes, bares o cafeterías, donde camareros, cocineros y/o ayudantes de cocinas viven desprotegidos y a merced de las largas horas y bajos sueldos que reciben, sin una garantía continuista que les de seguridad para mantener a sus familias.
Es normal que muchos profesionales de este sector huyan de una profesión maltratada, vilipendiada y sin visibilidad de futuro, donde se debe asumir las exigencias deprimentes de los jefes de turno, para malvivir tras una barra entre 12, 14 e incluso 16 horas al día, con contratos de pocas horas que se firman condicionados por la presión económica actual y los cientos de currículos guardados en cajones que van saliendo por el desgaste continuo al que están sometidos. Las necesidades aprietan para todos, pero no es óbice para no cumplir las supuestas leyes que deberían garantizar la seguridad de los profesionales hosteleros.
Un camarero debería cobrar un mínimo de 1.260 euros al mes más horas extras, nocturnas, y sobre todo, estar dado de alta en la Seguridad Social por aquellas horas que trabaja y por la labor que realiza -no nos olvidemos de que con dichas triquiñuelas nos roban a todos- y son pocos los que respetan el Convenio Colectivo para la Industria de Hostelería 2018-2019-2020-2021 y actualmente en vigor. Ante situaciones de estas características muchos nos preguntamos cómo es posible que a sabiendas de este despropósito no se actúe por ley y se defiendan los intereses de los profesionales hosteleros, cuando los ayuntamientos van presumiendo de gastronomía, calidad y profesionalidad. Un tufillo carroñero que disfraza una evidente falta de control y sanciones que “les salen a cuenta” con lo que se apropian de “sus súbditos”.
La falta de profesionales en uno de los sectores más significativos de nuestra economía es una clara consecuencia del olvido y la dejadez a los que están sometidos, llenando los bolsillos de empresarios sin escrúpulos que miran sólo por sus intereses, en un entorno de tiranía absoluta que perjudica no sólo a dicho sector, también a todos los que conformamos esta sociedad.