F in de mes, comienzo del verano, esperando la ola de calor para el miércoles, aguardando a unas vacaciones que aún se ven lejanas y, la verdad, con pocas, poquitas ganar de escribir negro sobre blanco y, sobre todo, con una mente que se me ha quedado totalmente vacía a la hora de confeccionar el contenido de esta semanal pieza de opinión en este Viva Jerez que sigue quemando etapas, como uno va quemando etapas día tras día, mes tras mes y año tras año desde aquel septiembre de 1972 en que escribió sus primeras líneas en el desaparecido La Voz del Sur. Tiempo ha. Tiempos en los que en la calle Lealas había un bombilla en los medios de la misma y poco más, tiempos de un Jerez que se expandía por los barrios que nacían y que demográficamente comenzaba a dispararse hasta donde hoy es, que es mucho menos, dicho sea, a lo que se especulaba que podía ser cuando en cualquier gran bodega trabajaban mil personas o cuando Jerez Industrial era la cabeza visible de las artes gráficas nacionales o la Fábrica Botellas mantenía al personal trabajando las veinticuatro horas del día en turnos de ocho horas y algunos haciendo horas extraordinarias. Era un Jerez mucho más pueblo que ahora, con más trabajo que ahora, aunque entonces, que todo hay que decirlo, había muchas mujeres, demasiadas, que se conformaban con su papel de amas de casa y no pasaban por las oficinas del INEM a sacarse el carnet del paro. Era un Jerez diferente a aquel que comenzó a proyectarse a finales de la década de los 60 y que terminó de ahormarse con la llegada de la democracia y los macroproyectos como el soterramiento del ferrocarril, el Circuito, la expansión de la ciudad en construcciones horizontales, Chapín, las nuevas urbanizaciones, la llegada de centros comerciales y la pérdida de trabajo hasta convertirse en una de las ciudades con mayor índice de paro de esta nación que se sigue llamando España, amén del deterioro de un centro urbano y de un casco histórico que es una de las cuentas pendientes que tiene este nuevo Gobierno municipal. Una herencia envenenada que se dejó y sobre la que se quiere trabajar aunque se sabe que es complejo.
Jerez
Matices en tiempo de verano
El deterioro del casco antiguo es una herencia envenenada que se dejó y sobre la que se quiere trabajar asumiendo que es un tema muy complejo
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