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Viernes 08/11/2024
 

Jerez

Una Semana que es como la vida misma

En busca de Jesús Resucitado vamos en esta Semana Santa cuyo ecuador alcanzamos

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  • La Salud de San Rafael inaugurando el Martes Santo -

Alegrías y penas, llantos y sonrisas, celebraciones y tristezas. La vida misma. Una vida de amor y sacrificio, una vida de esperanza y de ilusiones, una vida de  aciertos y fustraciones. La vida misma que toma vigencia en la Semana Santa. Desde la algarabía de la Entrada de Jesús en Jerusalén a su Crucifixión y Muerte; desde la reflexión en el Huerto hasta su condena; desde la Cena con sus Apóstoles al Beso de Judas que lo vende, que lo traiciona; desde aquellos momentos íntimos con los suyos hasta su prendimiento.

Es la vida misma evocada en las imágenes de una Pasión y Muerte, la de Jesús, que finaliza de forma feliz con la Resurrección, esa Resurrección que nos ofrece un Dios Vivo, un Dios cercano, un Dios con el que nos damos de cara día a día en nuestras oraciones, en la intimidad de una Iglesia, en la tranquilidad de la habitación cuando haces recuento de cómo ha ido la jornada y le pides a Dios que te ayude, que te de salud, que proteja a los tuyos, que alivie el dolor de aquel amigo que se encuentra mal.

En busca de Jesús Resucitado vamos en esta Semana Santa cuyo ecuador alcanzamos. Y es que lo bueno a veces es efímero, como efímero fue aquel rayo que en 1981 cayó sobre la entonces parroquia castrense de San Juan de los Caballeros y que en cuestión de segundos segó parte de los enseres, paso de palio incluido, de la Hermandad del Cristo del Amor que, sin embargo, supo renacer, nunca mejor escrito, de sus cenizas y ahora se presenta como una cofradía extraordinaria de un Martes Santo que anhela que la preciosa Virgen de los Remedios vuelva a caminar bajo palio.

Es el gran reto de una Hermandad que saca al Nazareno Cautivo y al Cristo del Amor en su blanco cortejo desde la propia calle San Juan, frente por frente a aquella iglesia que, en aquellos momentos, acogía a tres hermandades. La del Amor, la Vera Cruz y la del Rosario de Capataces y Costaleros. Capataces y Costaleros se fue a La Vitoria para quedarse, la del Cristo del Amor salió de la Catedral hasta construir su nueva casa y la Vera Cruz volvió cinco años después de nuevo a San Juan.

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