Arqueólogos de la Universidad de Jaén (UJA) han descubierto en el sur de Egipto
una tumba intacta con diez cocodrilos momificados. Estos restos ya han sido analizados por arqueozoólogos del Real Instituto Belga de Ciencias Naturales de Bruselas. Se trata de un hallazgo, que la propia UJA califica de "extraordinario", ya que es una de las raras ocasiones en las que especialistas han podido estudiar las momias de cocodrilos in situ y con metodologías modernas.
El director del Proyecto Qubbet el-Hawa, Alejandro Jiménez, ha indicado que el descubrimiento junto con la publicación del mismo revela que
la UJA está "a la vanguardia ciéntifica europea". Ha añadido que el hallazgo es "una rareza" ya que no se había dado uno similar desde hace décadas.
Jiménez ha subrayado el hecho de que se hayan podido aplicar métodos de investigación modernos que han permitido
diferenciar hasta dos especies de cocodrilos que habitaban el valle del Nilo. También se ha podido confirmar que había diversos métidos de sacrificio, en este caso por inanición y en este caso "se desecaban en agujeros practicados en la arena".
En 2019, investigadores de la Universidad de Jaén descubrieron una tumba que contenía momias de cocodrilos en Qubbet el-Hawa,
un sitio cerca de la ciudad de Asuán, en el sur de Egipto. La pequeña tumba excavada en la roca contenía cinco esqueletos y cinco cráneos de grandes cocodrilos. Se encuentra en una zona en la que siglos antes se habían enterrado los gobernadores de la frontera sur de Egipto, aunque los cocodrilos datan de la época anterior a los Ptolomeos, es decir, anterior al 304 antes de Cristo.
Es muy posible que
estos cocodrilos pudieran haber sido utilizados de intermediarios entre los humanos y el dios Sobek, que era el dios del agua y la fertilidad, a menudo representado con una cabeza de cocodrilo. Esta divinidad tuvo mucha importancia en la cercana Kom Ombo, a solo 50 kilómetros de Asuán. De hecho, Kom Ombo fue un importante centro de culto a los cocodrilos, pero no se tenía noticia de que sucediera lo mismo en Asuán.
"Se conocen más de 20 lugares de enterramiento con momias de cocodrilos en Egipto, pero
encontrar diez momias de cocodrilos bien conservadas juntas en una tumba intacta es extraordinario", ha indicado la investigadora belga Bea De Cupere. "De la mayoría de las momias recolectadas por los museos a fines del siglo XIX y principios del XX, a menudo crías, no sabemos exactamente de dónde provienen", ha señalado la investigadora.
Los arqueólogos de Qubbet el-Hawa encontraron rastros de lino, hojas de palma y cuerdas, asociados con algunos de los cocodrilos, lo que indica que
alguna vez estuvieron envueltos. Lamentablemente, las vendas fueron devoradas por los insectos. Llama la atención que los cocodrilos no estuvieran cubiertos con grandes cantidades de resina o betún, como era habitual en épocas más modernas. Este hecho, a parte de indicar que son más antiguos que la mayoría de las momias de cocodrilos que se tiene, ha permitido a los investigadores medir y estudiar estos especímenes a fondo.
Momificación natural
El cocodrilo más pequeño mide 1,8 metros de largo, el más grande 3,5 metros. Pertenecen a dos especies diferentes: el cocodrilo del Nilo y el cocodrilo de África Occidental. Sorprendentemente, tres esqueletos estaban casi completos, y a los otros dos les faltaban bastantes partes.
"Los cocodrilos
fueron enterrados primero en otro lugar, posiblemente en pozos de arena", ha explicado De Cupere. "Esto permitió que los cocodrilos se secaran de forma natural. Luego, los restos fueron exhumados, envueltos y trasladados a la tumba en Qubbet el-Hawa. Deben haberse perdido partes del cuerpo durante el embalaje y el transporte", ha relatado la investigadora.
Por la iconografía se sabe que los cocodrilos se atrapaban principalmente con redes.
No se han encontrado marcas de sacrificio en los cocodrilos de Qubbet el-Hawa. Posiblemente los cocodrilos se ahogaron, asfixiaron o sobrecalentaron al exponerlos al sol por largos periodos de tiempo.
Uno de los cocodrilos está tan bien conservado que los gastrolitos aún estaban presentes. Estas son piedras en los intestinos que ayudan a los cocodrilos a mantenerse equilibrados en el agua. Las piedras indican que el cocodrilo no fue abierto para sacar los intestinos.
Se trata de "un descubrimiento excepcional por la rareza de la conservación de los cuerpos de los animales", y que confirma que los egipcios
eran capaces de sacrificar a los animales que luego iban a dedicar a los dioses y porque el método de conservación utilizado, la desecación natural de los cuerpos, es bastante rara.
Este proyecto de investigación ha sido financiado por la Junta de Andalucía y la Fundación Palarq.