Voluntarios y expertos aprovecharon la marea alta para reanudar las operaciones de rescate en la pequeña isla de King, situada entre Tasmania y el continente australiano.
Sin embargo, no pudieron hacer nada para salvar a 130 de los cetáceos, con los que unos 150 residentes trabajaron voluntariamente durante todo el día para mantener hidratados.
Miembros del departamento local de Parques y Vida Salvaje observarán en las próximas horas a las ballenas rescatadas para impedir que vuelvan a quedar atrapadas en aguas poco profundas.
Los cetáceos y un grupo de seis o siete delfines empezaron a llegar la noche del pasado domingo a la playa de la isla, ante la mirada atónita de algunos residentes, que avisaron rápidamente a las autoridades.
Desde finales del mes de noviembre, unas 200 ballenas han muerto asfixiadas en la isla de Tasmania y otras playas del sur de Australia.
Los científicos atribuyen el fenómeno a que se sienten atraídas por el sonar de grandes buques, o bien siguen a un líder enfermo desorientado por tener los oídos dañados.