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La semana del Señor

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Hoy comienza. Ya está aquí la semana del Señor. El inicio de la pre-Cuaresma propiamente dicha que principia la semana del antiguo domingo de septuagésima (llamado así porque quedan setenta días para la Pascua). Ese domingo –que es el próximo– en que la Hermandad de las Cinco Llagas celebra su Función Principal de Instituto con protestación de fe de todos sus hermanos.

Y la semana se inicia esta misma tarde con el acto de traslado de la portentosa imagen del Divino Nazareno franciscano al altar mayor de San Francisco. Encuentro de hermanos y devotos que cada vez que pasan por ese corazón de Jerez que es la plaza Esteve van a visitar a Nuestro Padre de la Vía-Crucis y su Madre de la Esperanza. Allí, ante la tenue luz de los cirios, el humo del incienso que sube hacia su cara con las plegarias íntimas cuyo susurro invade el aire. Pero hoy acuden a su llamada; no vienen, como otras veces, porque fueran al centro de la ciudad a cualquier gestión, ni a la Plaza de Abastos a por la compra. Hoy les ha convocado Él, El que todo lo puede, El que todo lo sabe.

El Señor quiere que sus fieles le acompañen a ocupar el lugar central del altar mayor de la iglesia, como debiera ocupar siempre el centro de la vida de cada uno. Una vez allí, todos lo podremos contemplar durante unos días –todo lo que dura su Quinario– mientras cruzamos su mirada con la nuestra. Unos días de quinario en que, a pesar de la temprana hora de comienzo –las siete y media–, el antiguo convento de frailes menores verá cómo se triplica o cuadriplica el número de asistentes a la misa de ocho, incorporándose muchos tal como acaban la jornada laboral. Porque es El Señor quien convoca.

Misas votivas suele ofrecer su Hermandad –desde las del Dulce Nombre de Jesús, la Preciosísima Sangre de Cristo, la Santísima Eucaristía o el Sagrado Corazón– que este año serán ofrecidas por el genial escultor de la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Vía-Crucis, don Ramón Chaveli Carreres y por hermanos que hace poco ya no están con nosotros, como son Manolito el del Huerto (que, al menos de corazón era hermano de todas las cofradías), Manuel Soto (hijo mayor del reconocido José Soto Ruiz), y Gertrudis Cintado Leal, hermana ejemplar que disfruta ya de la presencia de quien a pesar de todos los avatares, nunca la dejó sola.

Sí. En este Solemne Quinario me voy a acordar mucho de Gertrudis. Escucharé su dulce voz y veré la amplia sonrisa de la abuelita que nunca fue tras enormes gafas de pasta transparente. Porque aún recuerdo el año en que dejó de vestir su hábito nazareno para poder cuidar de su marido enfermo. Y cuando enviudó, y al tiempo, por no tener hijos y encontrarse delicada, fue ingresada por una sobrina en el Asilo San José, al que de vez en cuando acudía algún hermano de las Llagas para darle un paseíto.

Son las pequeñas historias, íntimas, que hacen grandes a nuestras corporaciones. Y todas ellas se agrupan y se unen en estos días felices de petición, de meditación, de acción de gracias y de convivencia que son los días del quinario. Porque ésta es la semana del Señor.

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