Hala, aquí me tienen otra vez, dando la cara por la señora Álvarez. No sé si debido a su condición de fémina, y de las echá palante, lo que nada tiene ver con el tamaño de su delantera, o a que la mujer me recuerda a mi madre, que en paz descanse. El PP la tomó con ella, acaso a modo de conjuro, en un intento vano de desagraviar a quien fuera su antecesor en el cargo, tocayo suyo de apellido por cierto, y es que no la suelta. Aprovecha cualquier oportunidad que se presenta para convertirla en blanco de sus tiros a boleo y la única protección que le queda a doña Magdalena son los números respecto a su gestión, lo suficientemente elocuentes como para callar a más de un crítico. Los populares, desde luego, están en su legítimo derecho de culpar a la responsable de Fomento por el follón que días atrás se lió en Barajas, ahora bien lo que no pueden esperar es que la mayoría de los ciudadanos de este país crea en su discurso, y a pies juntillas, cuando están más que señalados por el descrédito. Es verdad que el pasado 9 de enero se armó una buena en el aeropuerto madrileño como consecuencia del temporal de nieve que azotó a parte de la Península, pero también lo es que en la capital del reino no caen a menudo nevadas como la del día de marras y, por tanto, resulta comprensible que pillara en alguna medida desprevenidos a los efectivos de servicio y de seguridad que debían trabajar por mitigar sus efectos. Que le pregunten, si no, a su alcalde o a la presidenta de la comunidad. Son muchos los aeropuertos de capitales europeas y de ciudades estadounidenses donde las nevadas se repiten cada invierno y se ven obligados a cerrar, incluso durante más de una jornada, con el estropicio que ello supone para los usuarios, y eso sin que el personal se ponga por ahí en pie de guerra. El Pepiño Blanco tenía razón al recordar que ha sido la ministra la única que ha pedido disculpas a los ciudadanos en lo que a ella toca, como representante de la Administración central del Estado, y que ni el señor ni la señora Aguirre han dicho esta boca es mía, excepto para tratar de cargarle todo el marrón al gobierno. Lo de Iberia sí que ha podido ser como para poner el grito en el cielo, lo reconozco, aunque no tanto como para exigir la retirada de su licencia. Una auténtica burrada, tratándose como se trata de la más importante compañía aérea española y una de las primeras del mundo.