Las vacaciones de Navidad se acaban y el día a día vuelven a ser las viejas malas noticias sobre la crisis, aunque actualizadas. La idea de que lo peor sigue estando por venir es la única constante destacable desde hace casi un año, y se ha contagiado incluso a las tradicionales rebajas que, a pesar de ser las mayores y mejores que se recuerdan pero de verdad, con descuentos y quitas que a veces llegan hasta el 70% del precio anterior del producto, registrarán caídas de ventas, según dan por seguro las asociaciones de comerciantes, por encima del 10% respecto al año anterior
O mucho comprábamos antes de más o hay que ver qué austeros y de qué buen conformar nos hemos vuelto con la crisis. A los que más les afecta, los parados, a mí me parece evidente que si no compran es porque no pueden comprar: la persistencia del problema está acabando por comerse esos últimos ahorros que la prudencia nos lleva a guardar por si vienen mal dadas en el calcetín. Pero todos conocemos mucha gente que aunque en realidad no está en crisis porque ni ha perdido el trabajo ni ingresa menos de lo habitual, y otros que gozan de una saneada o saneadísima situación económica, se ha dado a hacer economías y reducir gastos por si acaso.
Como apagar la luz cuando sales de una habitación, bajar un par de grados el termostato de la calefacción, esperar a llenar la lavadora o el lavaplatos para hacerlos funcionar... Todo eso que los ecologistas llevan años diciendo que deberíamos hacer por el medio ambiente, vamos. En la Lotería de Navidad, y mira que le tenemos afición a ese sorteo, nos hemos gastado un 3% menos, y las cenas de Navidad, Fin de Año y Reyes, según los datos de las asociaciones de hostelería y ocio, este año están siendo más caseras y menos callejeras, de bandejita de turrones frente a la tele en vez de cena, baile y cotillón en superhotelazo. El por si acaso es lo significativo, si ya no tienes dinero está claro que no puedes gastar ni más ni menos que antes. Es decir: el miedo al futuro. No verle el final a la crisis y la convicción, cada vez más profunda, de que cualquiera de nosotros, en cualquier lugar del mundo, puede ser el próximo parado es el signo del nuevo año que acaba de empezar. Si Obama podrá estar a la altura de las expectativas que ha despertado su campaña y la necesidad de liderazgo del mundo ante esta crisis es lo que nos falta por saber.