A Málaga le está sentando mal 2018. Está quedando postrera en demasiadas cosas, desde los presupuestos generales del Estado hasta en la primera división de fútbol. Una exagerada parábola futbolística dice que es como la vida en noventa minutos, y a veces tropezamos consimilitudes que lo avalan. Hace unos días recordaba como el entrenador del Málaga al consumarse el descenso a segunda división afirmaba que no se merecen lo que les toca vivir, entiendo que más allá de los propios jugadores lo extendía a los aficionados y a la ciudad. El recuerdo vino de la mano de mis tres más brillantes alumnos de primer curso, cuando cuentan que el próximo curso trasladarán sus expedientes a otras universidades. Han conocido que también en algunos rankings nuestra universidad sale maltrecha. La tristeza embarga el ambiente porque como en el futbol vemos marcharse a los mejores canteranos.
Es difícil justificar ser los últimos. El silencio atrapa la vergüenza de que algo se hace mal, para luego buscar culpables y elucubrar con justificaciones, cuando la mejor terapia es aceptar que todos somos responsables Hoy ya se solicita quitar el nombre a la rotonda que se le dedicó al Jeque, porque la grandeza de entonces se ha convertido en mezquindad, si bien desde la plantilla a los aficionados todos tienen alguna cuota de participación en el desastre.Al igual que el Club de Futbol la UMA tuvo excepcionales temporadas, y de manera casi idéntica vivió sumida en una década prodigiosa. Entonces los rankings nos situaban por encima de la media. Ahora los motivos que se esgrimen en voz baja pasan desde menospreciar a esos rankings hasta culpar al sistema, a la siempre recurrible falta de coordinación, o a una realidad tan tangible como es que el profesorado dedica más de la mitad de su tiempo a cuestiones burocráticas en vez de a la suprema docencia cada vez menos premiada.
El mejor consuelo para el último es el que proviene de haber tocado el duro y oscuro fondo.Cuando algo así ocurre hay que asumir, para poder levantarse, que la culpa la debemos compartir, y que tan solo nos queda superarnos en un esfuerzo colectivo de valentía y rebeldía.Así hasta podremos aspirar a la estrategia bíblica de que los últimos serán los primeros.