Nada puede detenerte en tu discurrir por las más prohibitivas fronteras, ni siquiera los totémicos semáforos son un impedimento para que sigas galopando
Oh, esquelético y metálico corcel que ruedas sobre escuálidos círculos radiados, dominando calzadas, carreteras y autovías. Descarnado rocín has torcido con tu sencillez aquella tiranía que el coche implantó en villas y ciudades. Dueño y señor de las calles tus huestes te cabalgan ligeros de armaduras. No requieren de cascos ni de mayor protección, ni de gallardetes que los señalicen, ni tan siquiera requieren de más adiestramiento ni conocimiento de código que saber cabalgarte. Un ejército sin límites de edad que con gallardía defiende que en el espacio de la urbe prevaleces tú. Los disidentes deben guardar el respeto y la pleitesía de no acercársete a menos de metro y medio. Pero para ti,por el fuero ecológico que te asiste, se abren todas las formas posibles de deambular, serpentear entre coches y camiones, ocuparcarriles vedados para taxis y autobuses o hacer cabriolas en pasos de peatones. Quien ose ocupar el costoso espacio conquistado como carriles exclusivos, además de ser dañado será penado. Tu celeridad solo depende de la fortaleza de las piernas de tu jinete, pudiendo alcanzar desde el trote hasta un galope con velocidad de centella. Nada puede detenerte en tu discurrir por las más prohibitivas fronteras, ni siquiera los totémicos semáforos son un impedimento para que sigas galopando. Hoy jamelgo indómito avasallas al peatón en sus aceras y en sus rayados pasos de cebra. Te impusiste en la ciudad bajo la comprensión de que venías a defender al mundo de las aterradoras emisiones de gases invernadero, a la par que una forma de salud, y una vez asentado vas imponiéndote con sigilo en todos los espacios, erigiéndote en la máxima jerarquía,en dominancia absoluta. El futuro es esperanzador para ti, y es posible que llegue un día en el que, tras proclamarse un estado de excepción, en calles, plazas y carreteras no exista más movilidad que la de quienes vayan a lomos de tu sillín, y los que renuncien a ti serán desterrados a las claustrofóbicas viviendas o a la salvaje naturaleza. Pero, oh biciclo, corres un gran riesgo como toda tiranía que se impone sin límites, debes tener en cuenta que cuando se busca tanto el modo de hacerse temer se encuentra siempre antes con el de hacerse odiar, que advertía Montesquieu.