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Miércoles 06/11/2024
 

Escrito en el metro

Es capitalismo ¿es legal?

Allí descubrió que la manera de enriquecerse más rápidamente es jugar con la salud y la vida de las gentes

Martin Skrelli es un joven norteamericano de treinta años considerado como el gran supervillano, el malvado más ricoy poderoso del mundo. Es una de esas hienas de Wall Street de insaciable codicia y escasez de escrúpulos, que es como le gusta al desaforado capitalismo. Allí descubrió que la manera de enriquecerse más rápidamente es jugar con la salud y la vida de las gentes. Las intocables industrias farmacéuticas se convirtieron en su objetivo. Sin conocimiento médico alguno, solo era cuestión de hacerse mediante enjuagues en la bolsa con aquellas patentes de los medicamentos más necesarios  para la supervivencia de una buena parte de la población mundial. Es el caso de la piretramina, un medicamento básico contra tres enfermedades letales. Ante la falta de competencia, ya que el propio sistema capitalista blinda las patentes por decenas de años e imposibilita la fabricación de genéricos por el sistema público, el negocio estaba asegurado en un libre mercado de precios. Las razones del sistema para esta permisividad de las industrias de los medicamentos es una falacia tan grande como queda demostrado al ver que gastan más en publicidad que en investigación y que cuanto aplican proviene de los resultados científicos de universidades y centros de investigación públicos. Martin ante una comisión federal se defendió afirmando con rotundidad y desparpajo que: es capitalismo, es legal.

En nombre del presunto orden económico que representa el capitalismo, hoy nos avasallan  las eléctricas, se mofan las telefónicas, se justifican los paraísos fiscales como nidos de la economía criminal ose permite la regularización de capitales evadidos obtenidos por el saqueo de lo público. Todo en nombre de un capitalismo que reviste de legalidad todo lo que toca. A las oligarquías de Estados Unidos, Rusia o China lo que más les molesta es que en Europa aún sobreviva el germen de la socialdemocracia, la única capaz de hacer frente a sus desafueros. El problema es que frente a supervillanos como Martin Skrelli aún no ha aparecido por contraposición ese superhéroe, que sin capa ni antifaz, sea capaz de hacer frente a una forma de hacer en nombre del sistema, que nada tiene que ver con un modelo de sociedad, sino de carroñería y empoderamiento.

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