A diario podemos ver múltiples ejemplos de cómo nuestro modelo social se basa en la cultura de competir. Desde el mundo laboral hasta las políticas internacionales, pasando por la poderosa economía del libre mercado, todos se asientan en modelos destinados a seleccionar al más fuerte, a veces adecuado al eufemismo del mejor adaptado. El eslogan tan manido de la prensa deportiva “solo debe quedar uno” se ha convertido para muchos, en especial para los que detentan poder, en el lema que orienta sus acciones.
Confieso que durante algún tiempo he formado a mis alumnos de último curso para ese mundo tan cargado de competitividad. Hasta que un buen día el sabio y joven ecólogo Moreno Ostos me dio una lección de esas que te hacen rectificar. A Quique, como le conocemos, le interesa e investiga sobre los modelos de simbiosis, de cooperación mutua. Él me convenció como la estrategia TFT basada en la amabilidad, la reciprocidad y la indulgencia, resultaba a largo plazo la más exitosa, robusta y estable. Este modelo empresarial de tan débil implantación en nuestro ámbito inmediato, está mucho más extendido de lo que pensamos en la naturaleza. Desde las teorías del darwinismo social nos enseñaron que la vida es una lucha por la existencia,configurándose como el germen de un desastroso impulso capitalista que se tambalea por momentos, y que como hemos visto esta última década, produce multitud de indeseables efectos colaterales.
Los humildes líquenes que tiñen de amarillo las tejas de las casas antiguas son un buen ejemplo de cooperación exitosa. Son organismos capaces de vivir en los lugares más extremos del planeta, desde la Antártida hasta el maná del desierto que alimentó a Moisés y sus seguidores en su dura travesía. Un liquen llega a vivir siglos e incluso podríamos considerarlo como un organismo inmortal. Su secreto estriba en la mutua e indisoluble colaboración de un hongo, un alga y una levadura. Para Quique este es un buen ejemplo de que la cooperación es una estrategia estable desde el inicio de la vida sobre la Tierra que pervive en la intimidad de nuestro genoma, y está convencido de que si se promoviera decididamente en el ámbito social, económico y educativo en detrimento de la axiomática competencia, nos conduciría a unos mejores senderos de estabilidad y felicidad. Admirado liquen cuanto más te miro más me reafirmo en que debemos ser amables, recíprocos e indulgentes.