Son las ocho de la tarde y en la parada de Universidad tan solo hay tres alumnos. El Campus de Teatinos presenta una imagen desoladora. Es la mejor fotografía de un desierto cultural. Hace treinta años este era sólo un enorme solar de arcillas, de charcas invernales y cárcavas estivales. Por más árboles unos cuantos olivos, algunos algarrobos y unas hileras de naranjos que hoy son un monumento a las difíciles condiciones de crecer sobre estos suelos. El inhabitado Clínico y tres facultades eran edificios aislados, con unos accesos de auténtica odisea. Lo más cercano eran los perennes polígonos y los ruinosos restos del anterior recinto ferial, una imagen tan poco decorosa entonces como la que ofrece el actual.
Entrado los noventa, envueltos por la inquietud planificadora, el nuevo campus empezó a entrar en el lenguaje de una ciudad que se configuraba como policéntrica. Se planteaba, más allá del centro histórico, una centralidad para la economía, otra para la tecnología, y hasta una para el conocimiento. El campus adquiría así una dimensión de centralidad urbana y vértice de lo que se denominó Triángulo productivo. Se imaginaba como una moderna ciudad universitaria, cargada de actividades para un creciente número de alumnos que iban llenando sus aulas. Un espacio para un incesante enriquecimiento espiritual de la ciudadanía, porque sobre todo debía abrirse a la ciudad.Tres décadas más tarde la postal del Campus ha cambiado en su forma. Nuevos edificios,a veces apiñados y otras distanciados por amplios solares yermos, son circundados por amplias autovías urbanas que ponen en cuestión la movilidad sostenible. Pero lo que no ha cambiado es la soledad una vez que se descargan las aulas, ni siquiera las ánimas de los ancestrales frailes teatinos pululan entre las facultades.
Ser universitario debe ser uno de los períodos más importantes en la vida de aquellos que deciden serlo. No se trata solo de atiborrarles de aprendizajes para un examen, sino también de darles la oportunidad de formarse como personas, ofreciéndoles posibilidades que enriquezcan su intelectualidad más allá de lo que su facultad le provee. La ciudad universitaria debe darles la posibilidad de la diversión en el sentido formativo de la misma.En breve se conocerá el proyecto con el que se ordenará el bulevar central, eje medular que debe vertebrar todo el espacio. Las infografías de los planificadores nos deslumbrarán una vez más. Qué el acierto les acompañe, y que por encima del cuerpo urbanístico sitúen el alma del espacio, el lugar.