Recuerdos del pregón de Álvaro Carmona para la Misericordia

Publicado: 09/11/2016
Del pregón de la Semana Santa de El Puerto 2016
Va tu muerte por la altura
dejando pena a su paso.
Parece que en el ocaso
caminas por la estrechura,
a la vez que la locura
nos recuerda que te fuiste.
Por el silencio quisiste
dejar el mundo, sabiendo
que en el corazón -latiendo-
nunca desapareciste.
Nos duele tener que ver
como se apaga la vida
y al no encontrarte salida
en el otro amanecer,
tan solo quiero volver
a recordarles quien eres.
Misericordia, no mueres
mientras el rezo despierte
la bendición, pues convierte
a todo aquel que liberes.
Allí te quedas desnudo
abierto en tres direcciones,
tres inquietantes lecciones
congregadas en un nudo,
pues recuerdan a menudo
que morimos lentamente.
Has exhalado el poniente
de la costa traicionera
por una lanza postrera
hecha espada en la corriente.
Blanco y rojo lo antecede
cuidando su amor en grito.
Lo han llamado "cerillito"
para ver si así se cede
la venia que nos concede
su absolución y clemencia.
Tanto rigor y paciencia
la noche del Martes Santo
nos ha hecho entender cuanto
duele contemplar su ausencia.
La luna de compañía,
el beso de las estrellas
que inundan como centellas
tan extraña cercanía.
Dejas tu muerte y la mía,
avanzan por cada calle.
Me pides que no te falle
y yo contigo me quedo.
A tu lado solo puedo
perderme en cada detalle.
Avanza la noche oscura
dejándote más dormido.
La cigüeña con su nido
aletea en la aventura
de avistarte en la negrura
en que el Puerto se consume.
Nadie viene y te presume,
quizás el dolor te agota.
Tan solo la vida rota
embriaga tu perfume.
Huele a sal de la escollera,
a naufragio de un navío.
Encallado el albedrío
en sonata lastimera,
es el Puerto quien te espera
para cuidarte y quererte.
En esta ocasión, la muerte,
reparte por sus espejos
los tristísimos reflejos
del que se ha parado a verte.
Pues tú a nadie le preguntas
a qué viene o a que va,
eso a ti que más te da
en el horizonte, juntas,
nuestras deudas las apuntas
para ajustarnos las cuentas.
No hace falta que le mientas
Él -aunque yerto- lo sabe
en su reino el mal no cabe,
solamente lo atormentas.
Quiero tu cruz para mí,
elevar al firmamento
ese castigo cruento
que quisiste para ti.
Aunque me fuera y volví,
sigo queriendo lo mismo.
No lo llames egoísmo
a seguirte donde vayas.
Junto a ti no habrá murallas
ni conoceré el abismo.
El castillo te sostiene
en solemne providencia,
con tesón y con paciencia
hace que en sus piedras suene
un adagio que condene
la brisa que te despierta.
Siempre a tu lado y alerta
nos haces dueños del mundo
por el despertar profundo
del hombre que se convierta.
Misericordia Dios mío.
Misericordia y perdón.
Te dejo mi rendición
en un portalón vacío,
desdeñando a ese hastío
que me quiere derribar.
Te queremos desclavar
para una vez, en el vuelo,
venga devoto tu duelo
con las lágrimas del mar.
Y a tu paso, todo duela,
para que nunca olvidemos
que hay un cielo que no vemos
y sobre tu cruz revuela.
El Puerto de centinela
que ha rezado desde el suelo,
encuentra en ti su consuelo
y solo una cosa piden:
¡Que a cambio que no te olviden
suban contigo hasta el cielo!

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Álvaro Carmona López

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