Patricia y la Academia

Publicado: 18/06/2023
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

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Atraviesa una de las fases más óptimas de su ya larga vida. Programación muy completa, sensibilidad de lirio, atractivo de perla dentro de su concha y encanto
Un héroe legendario de la mitología griega respondía al nombre de Academo. Un sabio filósofo griego, Platón, que no ha precisado el futuro y nunca se ha bajado de la carroza del presente, fundó una Escuela (academia) localizada en los jardines de Academo. Era algo que ya Tales, Anaximandro y Anaxímenes los tres de la ciudad de Mileto, habían organizado. Se empieza a construir el firmamento, la bóveda celeste de la cultura. Aparece la “paideia platónica”, educación estricta destinada a formar una élite intelectual. Es el más alto ideal educativo griego en el honor, el respeto, las cualidades morales y éticas. La enseñanza de una guía espiritual era una formación que solo un hombre que ya la había conseguido, podía dar a otro  carente de ella. Estos hombres hicieron posible el llegar a conocer la sabiduría del más universal de los filósofos, Sócrates, que al igual que Jesucristo confiaron más en la tradición oral que en la escritura. También en su muerte tuvieron un fuerte paralelismo. Jesús traicionado, negado y abandonado por los suyos, Sócrates denunciado por un poeta, Melito, con el beneplácito de Anito y Licón. Y ambos pidieron a su Dios que les protegiera en su viaje al otro mundo. Impulsadas por los Médicis, el origen de las academias tal como hoy las consideramos -con su lógica evolución- lo encontramos en Italia.

Las academias tuvieron que ocupar el lugar cultural que las anquilosadas universidades medievales habían olvidado o desterrado a conciencia, para dejar la razón arrinconada a un segundo plano. Se intuye por lo dicho que la academia no es universidad, aunque los componentes sean en mayoría o su totalidad universitarios. Los templos sagrados, son sagrados, porque lo es su Dios, no por sus ministros. Las academias no son lugares de sosiego, sino de expansión y debate del saber, para llegar al conocimiento verdadero y no deben de preocuparse porque a veces ellas mismas tiren piedras sobre su tejado, si ello sirve para que los que ocupan su interior se sientan molestos y despierten su curiosidad ante el ensordecedor ruido del saber.

Nuestra “salada ínsula” tiene su Real Academia de San Romualdo. Atraviesa una de las fases más óptimas de su ya larga vida. Programación muy completa, sensibilidad de lirio, atractivo de perla dentro de su concha y encanto y belleza en sus múltiples conferencias y exposiciones. Por ello merece ser elogiada y reconocida la labor de su presidente y junta de gobierno por todos los ciudadanos isleños y, en especial y dado que en la democracia actual no hay hueco donde no esté introducida la política, por nuestra primera edil y todo el Gobierno local, porque toda gran obra precisa de buenos cimientos y buen suelo para poder progresar y estos son de composición totalmente material, que el solo espíritu de la academia no es capaz de subvencionar, algo que no puede olvidarse.

Patricia Cavada Montañés ha obtenido en la Isla un triunfo electoral sin precedentes. Tiene por delante una enorme tarea que realizar, pero lo primero que precisa es reflexionar sobre la victoria conseguida. Es inteligente y universitaria -no siempre se dan las dos cosas - y debe darse cuenta que cuando se alcanza una cima, no puede retrocederse ni un ápice y los demás nos exigen que sigamos escalando. Sería absurdo dejar reclinar la cabeza sobre la almohada del éxito y ser ajena al “rumor” exterior. Ahora es cuando más difícil lo tiene. Basta solo con pensar en la diferencia de numero entre los afiliados a su partido y la cuantía de votos conseguidos, para darse cuenta que empieza una nueva etapa en la que las  “siglas de partido”" tienen forzosamente que quedar aparcadas, ya que es todo un pueblo -y su diversidad-, el que espera de “su proyecto” un incremento de su bienestar y progreso,  Es la alcaldesa de todos los isleños, sin oposición mayoritaria que incomode sus decisiones, pero con los oídos puestos siempre en los sonidos exteriores para rectificación de sus ondas, si es bien, incluso para los que la repudian.

Por mi parte tiene toda la confianza y como hombre fundamentalmente de ciencias y accidentalmente de letras, le pido que en medio de toda esa tela de araña que es gobernar y administrar esta ciudad no olvide el hueco de la cultura y el saber. La ignorancia es el germen del mal, si ella ejerce autoridad es más cruel que cualquier otra tiranía. Pero somos una isla. El mar nos rodea y compite su color azul, con el del cielo, para finalmente unirse en un abrazo, en el horizonte. El abrazo que hoy se dan el triunfo de la academia y de nuestra primera edil, Patricia. La “cicuta” y la cruz tienen que erradicarse.

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