Ángela Molina es Premio Nacional de Cine, tiene la Medalla de Oro de la Academia y la del Mérito a las Bellas Artes, y una Concha de Plata, entre otros galardones, y desde el próximo sábado tendrá también el Goya de Honor. Pero la actriz, 47 años amando el oficio, valora sobre todo el reconocimiento de sus compañeros.
"No tiene precio un premio como este; acontece en la vida cuando uno no se lo espera. Ha sido una sorpresa muy alegre, muy feliz, porque llevar 47 años de trabajo y que te llegue cuando aún tienes la fuerza para agradecerlo, es una bendición", ha dicho la artista en una entrevista con Efe en Madrid.
"Creo que todo lo que ha sido mi vida es trabajo, honrar al trabajo y ser feliz con ello; con mis compañeros, construyendo juntos lo que teníamos entre manos... Eso es lo que he más he disfrutado. Y no hay otra forma más grande de agradecer lo que a uno le pasa que dándole ese valor", remata.
La actriz, ya abuela, "enamorada" de su cuarto nieto, Enzo Koa, derrama a su alrededor una paz que cree que "seguramente" le venga de su amor por la vida y de ese sentimiento de hermandad con el que ha forjado su existencia. Un cierto aire místico que ella separa de lo religioso: "La vida ya de por si es suficientemente religiosa, lo sagrado es la vida, lo que somos es vida", asevera.
Hija del gran Antonio Molina, tiene una enorme familia, un montón de hermanos y sobrinos, y ella misma, cinco hijos: tres con el fotógrafo francés Hervé Tirmarche, Olivia, Mateo y Samuel, y dos con Leo Blakstad, Antonio y María, de quien Ángela se quedó embarazada cuando tenía 47 años.
Una larga familia que "comenta igual que cualquiera" su Goya o cualquier otro éxito de la artista: "Me lo dicen la primera vez y luego ya no se habla, pues porque es natural -dice, convencida de que es verdad-. Simplemente se disfruta, forma parte de nuestra vida".
Con la misma humildad, Molina escucha sin inmutarse el repaso a su espectacular carrera: cree que su vida se ha desarrollado "como la de todos, cada día con lo suyo", siempre entre proyectos que le han merecido respeto y que ha "sentido y pensado" que, como público, hubiera querido ver ella.
Quizás ayude a entender su forma de ver la vida que su infancia, y muchos años después, estuvo marcada por la amistad de su padre con el arquitecto y benefactor Alberto Muñiz, "tío Alberto", fundador la Ciudad de los Muchachos (CEMU), donde la familia Molina pasó momentos inolvidables.
"Eran otros tiempos, pero la familia sigue moviéndose por los mismos lares, a través del amor, y de esa necesidad que tenemos de entregarse, de comprenderse, de vivirse: eso no se puede cambiar", comenta Molina.
Incapaz de elegir un momento crítico en su vida, asegura que si pudiera repetiría, no un momento, sino la vida entera, "ad infinitum".
Ni se piensa retirar ni le preocupa la muerte, porque "da igual que me preocupe o no, es parte de la vida"
"Aunque viviéramos eternamente, que probablemente sea así porque el sueño es persistente en ese deseo y todos los sueños tienen una respuesta, aunque viviera cien años, me parecería corta. La vida es para amarla y no querer que termine nunca", dice.
Delgadísima, aunque asegura que come bien y "bastante", enfunda en una talla 36 su estilizada figura que supone que se la debe a su abuela Paula, "que también era así, chiquitita".
Musa de grandes cineastas, desde Buñuel a Almodóvar, Ángela Molina (Madrid, 1955) es dueña de una carrera que empezó a los 19 años con "No matarás" (1974) y que le ha llevado a trabajar con directores como José Luis Borau, Manuel Gutiérrez Aragón, Jaime Chávarri, Josefina Molina, Bigas Luna, Ridley Scott o Marco Bellocchio.
Tampoco es capaz de elegir una película en su filmografía porque "si sacas una pieza para ennoblecerla, las demás se van. No puede ser -apunta-, tienen que coexistitr porque todas han sido necesarias en tu vida".
Ahora bien, recuerda con especial cariño la primera película que rodó su hija Olivia, "Jara". Le ofrecieron un personaje que era muy difícil y, sin pensárselo, "casi con el impulso de trabajar en la primera película que protagonizaba mi hija, me vi lanzada a hacerlo, y lo disfruté muchísimo".
"Ella ya había hecho otra película a los 7 años -me adelantó en eso, dice con una mueca graciosa- 'Los caminos de la luz'". La producía Luis Megino y la dirigía Manuel Estudillo. "Recuerdo que la acompañé como su mamá, claro, y me mandaba a comprarla helados", se ríe.
Nominada a los Goya por "La mitad del cielo" (1986); "Luces y sombras" (1988); "Las cosas del querer" (1989); "Carne trémula" (1997), y "Blancanieves" (2012), éste de Honor será el primero que se lleve a casa y el único que se recoja de manera presencial en el teatro del Soho Caixabank de Málaga.