Cofrades y cristianos en general vivieron el pasado lunes una velada íntima en las calles de Arcos con motivo del Vía Crucis de las hermandades. El Consejo Local de Hermandades y Cofradías de Arcos logró culminar una de sus citas claves del calendario cuaresmal en lo que se convirtió finalmente, dados los acontecimientos bélicos que se desarrollan en el mundo, en una rogativa por la paz. El Vía Crucis se erigió en procesión en el trecho que separa las parroquias de San Francisco y Santa María. De la primera partieron este año las sagradas imágenes de Nuestra Señora de la Quinta Angustia portando en sus brazos el cuerpo de su Hijo muerto, el Santísimo Cristo de las Penas, en lo que constituye uno de los conjuntos más imponentes de la Semana Santa de Arcos que cada Viernes Santo se aprecia en las calles de la mano de la hermandad sacramental del Dulce Nombre de Jesús.
El paso terminó su itinerario con una larga escolta de hermanos y personas de fe tras cruzar el centro de la ciudad, muchas de ellas portando una vela como símbolo que ilumina la fe en Dios. El cortejo terminará en la Basílica Menor, donde se rezó el Vía Crucis recorriendo cada estación penitencial que sufrió Cristo en su martirio. Los rezos, como no podía ser de otro modo, se centraron para pedir por el fin de la guerra en Ucrania y la paz en el mundo.
En la parte litúrgica, el Vía Crucis estuvo presidido por el asistente eclesiástico del Consejo, el sacerdote Manuel Jesús Ortiz Rivas. El traslado fue posible gracias a la colaboración de la hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que cedió el paso de la Santa Mujer Verónica para portar a las imágenes en un trayecto que, en silencio, discurrió con gran sentimiento y respeto, solo ilustrado por una suave música de capilla en señal de duelo.