Hoy me meto en un charco importante, como es hablar de una de mis pasiones, el Sevilla FC. Siendo gaditano de nacimiento, heredo la afición, de la que a su vez heredó mi padre de mi abuelo Victoriano, quien, desde su Chiclana natal, a raíz seguramente del título de Liga de 1945/46 o la Copa de 1948, sólo pudo disfrutar de esta afición viendo al Sevilla ganar algunos Trofeos Carranza a mediados de los años 50 y alguna escapada al Viejo Nervión, para luego entrar en una época oscura de altibajos.
A mis 42 años, soy muy consiente de seguir viviendo en un sueño como aficionado al fútbol, que sinceramente, a base de alegrías inesperadas, me han obligado a dejar de utilizar los tiempos verbales pretéritos para hablar de los logros de esta época gloriosa de claro carácter continuado, que este bendito club nos está regalando a los que sentimos en rojo y blanco.
Y mi labor como padre de una cuarta generación de sevillistas, se hace verdaderamente complicada, cuando debo explicar que esto de ganar títulos europeos, cada dos por tres, y estar en la élite del futbol mundial, no es tan sencillo, y no se puede comparar, con todos los respetos, a un trofeo de verano o algún ascenso, y que prudentemente debemos calificarlo como algo casi imposible, y así deben entenderlo.
Pero, les confieso, que no he conseguido convencer a ninguno de mis tres hijos de lo complicado que es lo conseguido por nuestro equipo a lo largo de sus cortas vidas, pero es que, sencillamente, no han vivido otra cosa. Intentar hablarles de episodios como del descenso administrativo del 95, o del partido en Oviedo, o del paquete maldito, o del coche de Mazagatos, o de su novio, o de Don Manuel… son como historias de miedo, o inventadas, que simplemente desprecian y no quieren ni conocer.
Y desde la frustración, en la que me encuentro como padre y educador deportivo, veo como encima, en este principio de liga tan atípica, no paran de oír las distintas opiniones de expertos deportivos en radio y televisión, en relación a las presuntas posibilidades que existen para poder ser campeón de liga. Algunos se afanan en buscar diferencias entre ser aspirante o candidato, y hasta nuestro presidente ha dicho que estaremos ahí por si algún grande se resbala, parece olvidar que no solo uno nos multiplica el presupuesto por varias veces. No descubro nada, al afirmar, que, con datos objetivos del fútbol actual, se trata de una posibilidad simplemente imposible. Y considero, que todo esto de la posibilidad, es ya un regalo, y hasta pensando mal, puede que una maniobra para crear una presión extra para desgastar a quien vende menos periódicos, y es hasta molesto para los grandes.
Pero, ya les he confesado, que tengo en casa a unos sevillistas de finales, pues no han vivido otra cosa, que piensan lo contrario, y me insisten, que me deje de decir eso de que es imposible que vuelva a ganar algo, pues ya me lo han oído antes, y no he tenido razón, y hemos vuelto a ganar otra vez, y otra vez, y otra. Y otra vez más, siendo igualmente imposible.
Por tanto, dado que no tengo mucho futuro como analista o educador deportivo, voy a mirar para otro lado y ver qué pasa.
Papá, Europa es más grande que España, ¿no? Pues eso.