Propongo que la primavera se reconozca como una actividad esencial, dentro del estado de alarma en el que nuestra conciencia se desenvuelve como una substancia sobrenadante. No pido una declaración sino un reconocimiento porque todos estaremos de acuerdo en que este año se dan las condiciones para una primavera espectacular: benefactoras lluvias, temperaturas agradables sin calor y noches frescas para sujetar un crecimiento demasiado acelerado de los capullos reventones de millones de flores.
Para remarcar este carácter esencial de la primavera, la asociación de voluntariado GEA, con el apoyo del Ayuntamiento de Jaén y el grupo empresarial Bujarkay, ha puesto en marcha una iniciativa, “Balconea tus macetas,” con el fin de promover la presencia de plantas en nuestros balcones, terrazas y ventanales. El dichoso coronavirus ha llevado al traste el tradicional concurso de balcones que anualmente organiza este colectivo, pero no ha podido con las ganas de sus integrantes, que invitan a todos a llenar de brotes, hojas y flores la parte vertical de nuestras calles.
La primavera debe ser reconocida como actividad esencial para nuestras calles, porque los olmos, los falsos plátanos, los arces negundos, las melias, ya han desplegado sus magníficos doseles, preparados para frenar la canícula del verano. Todos salvo los desafortunados, aligustres mayoritariamente, que sufrieron una implacable e incomprensible poda, que quieren pero no pueden. Ojalá para ellos también se imponga el impulso primaveral.
La primavera en tanto que movimiento global de la naturaleza, que utiliza la renovación como estrategia, debe ser reconocida como actividad esencial. La capacidad de renovarse, de reinventarse, de aprovechar las oportunidades que aparecen cabalgando los ciclos, es un distintivo que también caracteriza a las actividades humanas relacionadas con la cultura. Conforme la evolución fue modelando al ser humano, incrustó el poder de las etapas de la naturaleza en su corazón y en su entendimiento, y de ahí la posibilidad sempiterna de nuestra propia renovación.
Primavera, renovación, cultura deberían ser reconocidas como actividades esenciales para el ser humano. La primera afortunadamente escapa a nuestro control, sin embargo la capacidad de renovación queda pasmada, boquiabierta ante el monopolio permanente de la pandemia en todas las informaciones, que impide considerar otros aspectos de la realidad, imaginar otras realidades, punto de partida imprescindible para la renovación. Y la cultura sigue perdiendo posiciones. A duras penas ha disfrutado del espacio y tiempo necesarios para poder disponer del mínimo alimento imprescindible al alma. ¿Para cuándo librerías de guardia? ¿Cuándo entenderemos que sin cultura no hay futuro, sino tan sólo supervivencia?