Ayer jueves se dejó ver por nuestra capital uno de los más brillantes y dotados cineastas de la última hornada directoral de nuestra cinematografía. Vino a presentar, bajo el bendito paraguas de los “Encuentros con el Cine Español” que organiza Diputación (ya van nada menos que 213 proyecciones con las correspondientes charlas), su séptimo largometraje de ficción: “Loving Pablo”, que -tras la rueda de prensa previa- pudimos ver proyectada en su gloriosa versión original subtitulada, en los únicos cine que sobreviven en Jaén (aunque escociera los oídos escuchar a supuestos colombianos hablando un inglés de trabajado acento). Un acercamiento a la espiral de violencia del todopoderoso narco Pablo Escobar, fundador del Cartel de Medellín, que tanto juego ha dado ya en cine y televisión. Pese a sus altas dosis de artificiosidad y gratuidad, un filme deslumbrante en su concepción visual y frenética puesta en escena, pero de superficial, lerdo y renqueante guión, más pendiente del gran espectáculo de masas, que de ahondar en el oscuro interior de ese monstruo sanguinario que mantuvo en jaque a gobiernos y policías de medio mundo. La fascinación del mal en su faceta más epidérmica. Narrada en primera persona por una de sus famosas amantes (la periodista Virginia Vallejo, autora de una biografía que sirvió de base argumental) a la que da vida una eficaz Penélope Cruz, la cinta posee un elaborado trabajo de edición que apenas ofrece respiros al espectador. Había ganas de volver a ver juntos a ese binomio (Bardem está en su salsa) que legara una de las grandes películas patrias de los últimos tiempos: “Los lunes al sol”, oda a la resistencia y eficaz retrato de unos deshumanizados tiempos hoy aún vigentes, que sigue siendo la cúspide artística de Aranoa. Realizador que sigue inmerso en una constante evolución (también ha coqueteado con el documental) y que con los años ambiciona explorar otros senderos fílmicos. Sus fundacionales rasgos autorales, sustentados en el retrato social, la precisión milimétrica del relato y unos mordaces e irónicos diálogos (ahí está el fascinante y agrio guiñol de su ópera prima “Familia”), los ha sustituido por un cine menos áspero y concienciado, más embaucador para el ojo y mucho más acomodaticio para el gran público, ese que detesta ver retratadas sus miserias diarias en la gran pantalla. Y es que narrativamente, “Loving Pablo” recuerda más al cine de Martin Scorsese o Ted Demme, que al sencillo e íntimo autor de la testimonial y deliciosa “Barrio”.
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Fernando León de Aranoa
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Javier Extremera
Javier Extremera es crítico de música clásica. Asimismo es técnico de Cultura en la Diputación de Jaén
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Este espacio trata la mirada más certera y crítica a la realidad (cuando la hay) cultural de Jaén
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