Este país tiene algo averiado, una pieza rota que le hace chirriar en su marcha y le impide avanzar al ritmo de los tiempos.
Hay algo profundamente roto en una sociedad que pide cárcel para la violada, que no entiende una negativa, que insulta y veja a la víctima, una sociedad a la que le ha faltado un pelo montar una verbena en el barrio para recibir a los miembros de la manada, un pueblo que no empatiza ni piensa que podría haber sido su hija, su nieta, su hermana.
Existe un tremendo descosido en un país en el que un juez no ve abusos en un padre que mete las manos debajo de las bragas de su hija, que aplica los mismos argumentos para denegar una libertad condicional que para concederla, que estigmatiza a la víctima y la obliga a dar explicaciones por simplemente seguir con su vida adelante, que hace negocios con un país extranjero que encierra a niños en jaulas.
No es un país normal aquel en el que para discrepar se insulta, en el que no se respeta a sus médicos y a sus profesores, el que se lleva a gala no leer, en el que sus ministros se saben la letra del “Novio de la Muerte”, pero no quieren saber donde está enterrado Lorca, un país que ha financiado una fundación en honor de un dictador golpista, mientras se deja de apostar por la investigación. No es un país medianamente decente el que una asesora bancaria no sabe que pasa en su empresa, una ministra no ve coches de lujo en su parking, un presidente del gobierno no reconoce su nombre en los papeles de un mafioso, un país donde se censura un libro, un cuadro, una canción, un país de concertinas, insensible a la muerte en sus playas.
La culpa la tienen aquellos que no cambiaron las leyes para adecuarlas al siglo XXI y sacarlas del Medievo, los que recortaron en Educación y eliminaron horas de Historia y Filosofía en las aulas, los que primaron el crucifijo al microscopio, los que restan valor a la Universidad con sus títulos de tómbola y rifa, os que piden una memoria histórica que no mire atrás sin tener a mano un condensador de fluzo.
Alguien escribió hace mucho tiempo que algo olía podrido en Dinamarca. Creo firmemente que se equivocaba, que era simplemente la peste que llegaba desde aquí.