Aquel verano había decidido ir de vacaciones a Jerez. Entre sus papeles de viajes encontró un itinerario turístico algo extraño porque no recogía sus monumentos más conocidos sino una serie de visitas muy concretas y peculiares. Le llamó la atención este circuito urbano que alguien había diseñado sin saber como llegó a sus manos. El documento se podría haber titulado Itinerario turístico del Jerez que perdimos y señalaba lo siguiente: “Podemos entrar en Jerez dejando atrás Cádiz y los Puertos, muy pronto veremos la silueta de la ciudad recortada en el horizonte,con su torre de San Miguel, las almenas del Alcázar y la cúpula de la Colegial al fondo y en primer término la Alcubilla con la bella estampa de su ermita de Guía enmarcada en la hilera de cascos bodegueros.
Subiremos la cuesta y llegando a la vieja alameda giramos a la derecha para encontrarnos con el convento de San Angustín y su airosa iglesia, que da frente a la calle de su nombre, sirviendo de retranqueado fondo para la plaza del Arenal.
Por la plaza del Arenal, con sus armónicas fachadas, nos adentramos en el bullicio del centro y alcanzamos la plaza Esteve, donde se levanta solemne el edificio del Mercado, con fachadas a la calle Doña Blanca y a esta plaza que da nombre al arquitecto que la construyó, logrando un bello conjunto con la iglesia de los franciscanos.
La calle Santa María nos conducirá al convento de la Vera-Cruz en la calle Medina, donde se venera la Virgen de las Lágrimas, a quien está dedicada esta céntrica vía. En el interior de la capilla de la Virgen podremos admirar el espléndido retablo que la preside, obra del célebre entallador Alejandro de Saavedra, realizado a expensas del Duque de Veragua, don Pedro Colón de Portugal, descendiente del gran descubridor de América, Cristóbal Colón. Por la calle Doctrina llegaremos a la iglesia de San Pedro, merece la pena entrar para contemplar su estructura neoclásica de tres naves, cuyo altar mayor es un claro exponente de este estilo, conviene fijarnos en la decoración de angelitos del camarín central decorado por el artista aragonés Nicolás Soro, la pareja de ángeles lampareros que escoltan el presbiterio y el retablo e imagen de San Antonio de gran devoción. Salimos del barrio de San Pedro por la calle de los Bizcocheros y caminando por Larga nos situaremos en los antiguos llanos de San Sebastián, ahora con el nombre de Alameda Cristina, en este lugar, además del convento de predicadores, la capilla de San Juan de Letrán y el antiguo palacio del Marqués de Montana, podremos admirar la fachada del palacio de los marqueses de Salobral con su estilizado mirador, la elegante fachada del antiguo hospital de la Candelaria, fundado por Juan Pecador, y en su otro frente la Puerta de Sevilla, portentoso acceso al Jerez amurallado que tiene su continuidad en la llamada calle Por vera de la muralla, con todo un lienzo de muro que sobresale por encima de fachadas y azoteas.
Cruzando la Puerta de Sevilla, dejando a un lado la parroquia de San Marcos, nos sorprenderá el templo de los Jesuitas con sus retablos dorados y su majestuosa imagen del Sagrado Corazón de Jesús presidiéndolo todo. Justo al lado de esta iglesia de San Ignacio y haciendo esquina con la calle Francos, la suntuosa mansión del marqués de los Álamos del Guadalete, donde un día se hospedó José Bonaparte y donde se guarda una buena colección de tapices y otros enseres propios de un rico museo.
Adentrándonos en el viejo Jerez, muy cerca de aquí, llegaremos a la iglesia de San Lucas, donde merece ver la armonía y filigrana de su coro central, dándole la mano a este templo alfonsí el monasterio de Belén con interesantes elementos barrocos. No podemos dejar de visitar el principal templo de la ciudad, el de San Salvador, y ver su coro y su baldaquino escoltado por cuatro grandes esculturas de evangelistas. Desde este punto, si aún tenemos tiempo, podemos acercarnos a los históricos conventos de la Misericordia y de San Cristóbal, cercanos a San Dionisio, para de nuevo, una vez traspasada la grandiosa Puerta Real, llegar a la plaza del Arenal”.
Nuestro visitante llegó a Jerez y por supuesto no encontró nada de lo que ponía esta guía, según le informaron no había sido engañado porque todo existió.
Jerez pudo tener ese itinerario turístico, pero la desidia, la poca valoración del patrimonio o criterios urbanísticos poco sensibles con la historia y con el arte lo hicieron desaparecer. Ojalá nunca nos encontremos un itinerario monumental que nos indique algo que ya no podemos ver, simplemente, porque quien tenía que cuidarlo y conservarlo lo permitió.
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