Los expertos predicen que en el futuro inmediato las comunicaciones a través de las redes sociales tendrán un componente audiovisual del 90%. Es fácil imaginarlo porque ya nos movemos en parámetros muy cercanos. Lo que sucede es que el ruido impide ver el valor, y la conversación que se debía originar en el universo 2.0 se ha convertido en un galimatías sin sentido. El mal uso de las redes por parte de los profesionales de la confusión ha originado un descrédito inútil: no se puede pensar que el uso inadecuado del teléfono con conversaciones estúpidas o bromas anónimas hubiera acabado con su universalización.
En la actualidad hay más líneas que habitantes, y es más fácil prender las llamas a través de un smartphone que con una cerilla, que para encontrarla ya hay que hacer mucho esfuerzo. La combinación de móviles inteligentes y redes sociales ha creado un ecosistema por el que fluye la actualidad de forma imparable.
La realidad es que el buen uso de las redes sociales como canal de comunicación obliga a mucho más que a decir algo, comentar algo o contestar a algo: obliga a aportar valor a la relación multidireccional con los seguidores. Si no se añade valor, si lo que se dice es una frase o una aportación estéril, el resultado es igualmente inútil. Cuando los expertos hablan del contenido audiovisual, lo que vienen a decir es que la gente está harta de esa secuencia de conflicto de recriminaciones e insultos que es muchas veces la red social cuando lo que quiere es ver y disfrutar de una información o un contenido que le aporte algo, que le enseñe algo, que le muestre algo, que le demuestre algo. Y el vídeo es una fuente de certeza en que lo que se transmite es real, existente y no una fábula de las que conspiranoicos o provocadores suelen crear convirtiendo las redes en ruido. Por eso crecen Facebook e Instagram y Twitter pierde peso.
A la velocidad que vamos si queremos contar algo y compartirlo, si queremos mostrar algo y convencer, si queremos enseñar algo y provocar una reacción positiva, debemos comunicarnos con transparencia y debemos hacerlo con contenidos de valor en el lenguaje que mejor consume la gente a quienes nos dirigimos. Contar cosas, contar hechos, transmitir verdad es más eficaz a través de la imagen y el sonido: certificar la realidad – nuestra verdad o interés - y hacerla llegar a muchos con la narrativa que mejor se entiende y que más se disfruta. Las redes son un buen canal de comunicación que hay que usar con inteligencia; con sentido común y con habilidad. Esas virtudes valen para cualquiera, pero sobre todo para instituciones, políticos o profesionales de empresa que quieren contar algo.
Ya lo decían Mulder y Scully mucho antes de Twitter: la verdad está ahí fuera. Y se contrasta con un buen contenido audiovisual. Es la única manera de vencer a pirados o descarados espirimanes y otros oportunistas que dañan el trabajo bien hecho. Y lo dañan porque nadie lo cuenta como es debido.