Un grito de la Paquera, al pasar por la Plazuela, ¨chiquillo que ya huele a cera¨, a vela, a cirio, a candelería, a candelaria, a candelabro, a faroles, a cruz de guía, a insignia, a estandarte, a sin pecado, a barrio, a calle, a esquina, a casa puerta, a azotea, a maceta, a naranjos, a jazmines, a procesiones, a desfile, a civiles, guarda campos y policías acompañando a sus titulares; ¡ay, tu madre que todo lo sabe, tu madre que todo lo encuentra, tu madre que ya no está en tu puerta, dónde estarán mis amigos de recogidas a deshoras, las carreras detrás de las chiquillas, ahora me quedo en la silla de una carrera oficial!
Una saeta que hable con Dios desde un balcón estrechito, que sepa a flamenco rancio, a quejío, a gitanería. Oración que pida por nosotros los que te miramos con la devoción de los que faltan… ¡Qué negras son las fatiguitas, duquelas negras las colas caminantes de los nazarenos, de pies desnudos caminando, acompañando, una saeta para su descanso!
Una saeta para el pueblo mío, tan despreciado, tan ignorado, tan humillado, tan poco reconocido, tan poco valorado. Una saeta para mi gente valiente que mece indolente una cantidad indecente de kilos en sus espaldas. Una saeta que sirva de pomada, ungüento, pócima que calme los hombros doloridos de los hombres que cargarán el mañana bajo las atentas miradas de primaveras quincenarias. Una saeta para las parturientas tejedoras de relaciones nuevas.
Una saeta para los maridos que a sus mujeres llevan del brazo cosido cual clavel a su maceta, Una saeta para los camareros que nos aguantan toda la santa semana sin poner mala cara. Una saeta para los músicos que decoran las calles con trocitos de cielos invisibles y alivian el peso del paso de los cargadores. Una saeta para los camaristas que vigilan el sueño de la próxima estación. Una saeta para el hermano Mayor que enjugue sus lágrimas, Una saeta por Dios.