Indignación por el trato del Real Unión
El club de Irún prácticamente vejó a los seguidores del Cádiz desplazados al Stadium Gal
La alegría por el ascenso del Cádiz y la fiesta que ha producido ha soterrado la indignación que existe en el club cadistas y en los aficionados que se desplazaron a Irún para seguir el choque del domingo por el trato ofrecido por el Real Unión. Los cadistas fueron prácticamente vejados por el club irundarra, que los situó en una grada sin aseos y les colocó justo al lado la megofonía con más decibelios de lo normal.
El club que preside Ricardo García no estuvo a la altura ni de las circunstancias ni de su propia afición. Los seguidores del Real Unión fueron unos excelentes anfitriones para los cadistas. Pero todo acabó cuando los gaditanos entraron en el Stadium Gal. De entrada, fueron sometidos a un profundísimo cacheo y luego les impidieron acceder a sus localidades con normalidad. Posteriormente, comprobaron que no disponían de cuartos de baño, al estar aislados del resto de las gradas. Y para colmo, el Real Unión había situado unos altavoces sobre ellos con la megafonía a todo volumen con un nada claro objetivo.
Los responsables del Cádiz dieron la cara por sus seguidores desde el primer momento. Encabezados por el presidente Antonio Muñoz y el director deportivo Julio Peguero trataron de hacer entrar en razón a la directiva del Real Unión. Pero la cerrazón de los vascos demostraba que no se trataba de un error sino que eran medidas que sabían que iban a provocar mal estar e incomodidades a los cadistas.
Se vivieron momentos de tensión, con un Peguero que casi pierden los nervios y un Muñoz que exigía una solución que nunca llegó.
Ayer, los seguidores del Cádiz aún mostraban su indignación. Alberto Leal es uno de esos aficionados que viajó hasta Irún. Cree que lo ocurrido en el Stadium Gal “fue una encerrona. Lamentable que no hubiera servicios, estábamos muy apretados y había parte del fondo vacía...”. “Sólo por el trato que nos dieron espero que no suban a Segunda”, concluye.
Las mismas sensaciones se trajó de la localidad guipuscoana Juan Lucena. El conocido corista gaditano señaló ayer que “fue horroroso, no era sitio para personas. Era todo cemento y lleno de agua, hubo un cacheo excesivo, no había servicios y ¿las señoras qué?, los altavoces sobre nosotros a un volumen altísimo. Nos sentíamos animales. Fue de vergüenza, una encerrona”.
El club que preside Ricardo García no estuvo a la altura ni de las circunstancias ni de su propia afición. Los seguidores del Real Unión fueron unos excelentes anfitriones para los cadistas. Pero todo acabó cuando los gaditanos entraron en el Stadium Gal. De entrada, fueron sometidos a un profundísimo cacheo y luego les impidieron acceder a sus localidades con normalidad. Posteriormente, comprobaron que no disponían de cuartos de baño, al estar aislados del resto de las gradas. Y para colmo, el Real Unión había situado unos altavoces sobre ellos con la megafonía a todo volumen con un nada claro objetivo.
Los responsables del Cádiz dieron la cara por sus seguidores desde el primer momento. Encabezados por el presidente Antonio Muñoz y el director deportivo Julio Peguero trataron de hacer entrar en razón a la directiva del Real Unión. Pero la cerrazón de los vascos demostraba que no se trataba de un error sino que eran medidas que sabían que iban a provocar mal estar e incomodidades a los cadistas.
Se vivieron momentos de tensión, con un Peguero que casi pierden los nervios y un Muñoz que exigía una solución que nunca llegó.
Ayer, los seguidores del Cádiz aún mostraban su indignación. Alberto Leal es uno de esos aficionados que viajó hasta Irún. Cree que lo ocurrido en el Stadium Gal “fue una encerrona. Lamentable que no hubiera servicios, estábamos muy apretados y había parte del fondo vacía...”. “Sólo por el trato que nos dieron espero que no suban a Segunda”, concluye.
Las mismas sensaciones se trajó de la localidad guipuscoana Juan Lucena. El conocido corista gaditano señaló ayer que “fue horroroso, no era sitio para personas. Era todo cemento y lleno de agua, hubo un cacheo excesivo, no había servicios y ¿las señoras qué?, los altavoces sobre nosotros a un volumen altísimo. Nos sentíamos animales. Fue de vergüenza, una encerrona”.
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