No es nueva la especulación de que Alberto Ruiz Gallardón se propone ceder la Alcaldía de Madrid a su primera teniente de alcalde, Ana Botella...
No es nueva la especulación de que Alberto Ruiz Gallardón se propone ceder la Alcaldía de Madrid a su primera teniente de alcalde, Ana Botella. En los últimos tiempos se ha reactivado la especulación, como si la proximidad de la decisión sobre la asignación de los Juegos Olímpicos de 2016 a Madrid fuera un primer indicio de que piensa dejar la Alcaldía para dedicarse a otras tareas en el seno del partido. Gallardón negaba hace unas horas que fuera a sustituir a Cospedal en la secretaría general del partido. También ha negado que tenga el propósito de presentarse a la Alcaldía.
Y en cuanto a la señora Botella, ya se han producido algunas alabanzas desenfrenadas y sospechosas, en las que se contemplaba esa eventualidad de ser la alcaldesa de Madrid. ¿Méritos? No hace falta ninguno. Basta con que el presidente del partido así lo desee y el o la interesada acepte. A los ciudadanos les corresponderá ratificar o rectificar esta decisión... en las elecciones siguientes. ¿Lo ha hecho bien, regular o mal la concejala? Es probable que no haya metido la pata de manera pasmosa, pero tampoco parece que su gestión haya sido deslumbrante. Se sabe que es dama prudente, que apenas participa en debates sobre su propio partido, y que ejerce unas posiciones políticas abiertamente conservadoras. Pero aprovecha la oportunidad para venderse, y habla del liderazgo de Rajoy, de la capacidad del PP para gobernar de nuevo, de que las elecciones gallegas han sido fundamentales para el partido, y que la cita del 7 de junio “será el final de un ciclo político para el PSOE y marcará un cambio”... Ni siquiera rehuye hablar del caso Gürtel, eso sí, para reclamar con insistencia la presunción de inocencia de sus correligionarios.
Pero, si se cumplen esos augurios de relevo en la Alcaldía, los madrileños viviremos pronto un tiempo de alcaldesa nueva. ¿No hay nadie más capaz en su propio partido? Probablemente, pero ninguna con tantas recomendaciones. Es probable que ni se plantee la cuestión, y que si Gallardón decide irse, la sucesión resulte automática e inevitable. Otra cosa es lo que suceda en las siguientes elecciones.
A muchos ciudadanos les habrá parecido una tomadura del pelo insoportable: Si se añade que también “baja la imagen de Aguirre”, según El País, y que el caso Gürtel y el del espionaje han deteriorado su imagen..., podríamos contemplar un vuelco en Madrid. Pero es pronto para esta clase de quimeras.