El tiempo en: San Fernando

In Memoriam

Cuando le conocí ya me di cuenta que no se trataba de un tipo corriente. Me aceptó con la naturalidad del que amanece una mañana y descubre que está lloviendo...

Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
Cuando le conocí ya me di cuenta que no se trataba de un tipo corriente. Me aceptó con la naturalidad del que amanece una mañana y descubre que está lloviendo. Pues nada, se colocaba un impermeable y a la calle. Que hacía sol, calor, pues camisa remangada y punto. No se complicaba la vida. Pero lo mejor es que tampoco se la complicaba a nadie.

Aparecí y me aceptó, repito, como el zumo de naranja que tomaba cada mañana para desayunar.  No era persona de aspavientos, gritos o enfados -es malo para el cutis- decía, y nos reíamos con sus ocurrencias.
Era el filósofo de lo cotidiano pero sus premisas daban para más de una tesis doctoral ¿por qué la primavera ha venido y nadie sabe cómo ha sido? ¿por qué cuando llueve nos encojemos al andar como si eso nos protegiera del chaparrón? ¿por qué las hormigas no tienen derecho a la cirugía?

Y me miraba con la media sonrisa y los ojos llenos de interrogantes esperando mi respuesta, que solía ser, dadas las horas en las que me las planteaba, un “déjame trabajar Juan Andrés que estás como una cabra” y entonces comprendía que en el fondo me divertía su actitud, esa que rompe la monotonía diaria dando color a todo lo que giraba a su alrededor.

Dime- insistía- ¿por qué estoy como una cabra si no como papeles? Y entonces estallábamos en carcajadas. 
Tan coqueto como el que más. Me enseñó los últimos zapatos que se compró como el descubrimiento del más maravilloso objeto creado por las manos o las máquinas de los hombres. O su camiseta de imitación adquirida en internet, de imitación, sí, pero ¿a qué da el pego? Y lo barata que le había costado.

Lo que más me gustaba es cuando teorizaba sobre el poder que tenían las mujeres, se sentía orgulloso de trabajar con mujeres, de vivir rodeado de mujeres. Hasta mi perra es mujer- argumentaba- y se le llenaba la mirada de satisfacción.

Cuando le conocí ya me di cuenta de que no se trataba de un tipo corriente.  Será por eso que le echo tanto de menos.
Demasiada cordura hay ahora a mi alrededor.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN