Andan los progres muy enojados por la exitosa campaña que la Conferencia Episcopal Española ha puesto en marcha en contra del aborto y de la ley de plazos que parece ser que el Gobierno tiene previsto aprobar. Y digo exitosa porque, pese a que un día sí y otro también se nos diga que qué tiene que ver la defensa de los animales con los no nacidos, lo cierto es que cumple a la perfección con su fin, esto es, que no pase desapercibido este problema social y que se intente solucionar sin atentar contra la vida. No en balde, el díptico que se ha difundido incluye reflexiones de Juan Pablo II en su carta encíclica Evangelium Vitae: "El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida"; así como de la Instrucción Pastoral de la Conferencia Episcopal La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad: "El aborto provocado es un acto intrínsecamente malo que viola muy gravemente la dignidad de un ser humano inocente, quitándole la vida. Asimismo hiere gravemente la dignidad de quienes lo cometen, dejando profundos traumas psicológicos y morales (…) Es un deber de estricta justicia prestar a la mujer que espera un hijo el apoyo personal, económico y social que merece la maternidad como valiosísima aportación al bien común"; y acaba aludiendo a la realidad así: "En nuestra sociedad cada vez es mayor la sensibilidad sobre la necesidad de proteger los embriones de distintas especies animales. Las leyes tutelan la vida de estas especies en sus primeras fases de desarrollo. Sin embargo, la vida de la persona humana que va a nacer es objeto de una desprotección cada vez mayor". Y ahí está la paradoja, la brutal incoherencia de esta sociedad tejida en los mimbres de lo políticamente correcto.
La pasada semana fue la Semana por la Vida, convocada por la plataforma Derecho a Vivir, y ayer, sin ir más lejos, tuvo lugar una multitudinaria Marcha por la Vida. Pero aquí en el sur ha trascendido quizá más la respuesta valiente que han dado las distintas agrupaciones y consejos de cofradías de las ciudades andaluzas: en Sevilla se hace pública "su defensa a ultranza de la vida humana desde el primer momento de su concepción hasta su muerte natural, así como su rechazo a teorías que puedan propugnar lo contrario" y el acuerdo de poner en marcha una campaña de "información y formación" para defender el derecho a la vida y rechazar las modificaciones que prevé el Gobierno en la ley del aborto. Junto a ellos en Huelva, la Pontificia, Real e Ilustre Hermandad Matriz de Ntra. Sra. del Rocío de Almonte y las Hermandades de Jerez han hechos públicos sendos manifiestos en los que apoyan sin reservas el derecho a la vida desde la gestación hasta la muerte natural y animan a la sociedad española, al margen de creencias religiosas, a comprometerse con este derecho humano fundamental que se ve atacado por los planes de reforma legislativa emprendidos por el Gobierno.
En Córdoba, las cofradías de la capital han anunciado que colocarán lazos blancos en los palios o cruces de guía para defender "el derecho a la vida de toda persona -desde la concepción a su muerte natural- como valor supremo". Y así otras muchas iniciativas se llevarán a cabo en Cádiz, Jaén, Granada, Málaga y Almería, extendiéndose ya el ejemplo a otras comunidades autónomas.
Las cofradías, lejos de hacer política, como ha sido la acusación facilona que hemos tenido que escuchar en más de una ocasión, se posicionan así con la Iglesia católica -de la que forman parte- en un problema que no es una mera cuestión religiosa, sino más bien ética y cívica. Como ciudadanos, los cofrades tenemos derecho a opinar y crear opinión si es necesario, pues lo que ponen a pie de calle en esos días santos que están por llegar no son sino imágenes de Aquél que es el Camino, la Verdad y la Vida.