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Una gran decepción

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Decepción es la palabra más usada en España tras la decisión del C.O.I. (Comité Olímpico Internacional) al respecto de la sede de los Juegos en 2020. Decepción entre los miembros de la delegación española que se desplazó a Buenos Aires para defender la candidatura de Madrid, y asimismo del pueblo español en general, que contemplaba la elección como merecida reivindicación vigorizante para un país en crisis que pretende salir del actual marasmo. No ha sido así, y Madrid quedó como tercera opción: tras empatar con Estambul en la primera votación, el equilibrio se saldó a favor los turcos en un nuevo pulso entre ambas. Al final, Tokio se impuso por amplio margen.
La  decepción ha sido mayúscula por los antecedentes. España ya había optado en otras dos ocasiones, y era el tercer (y yo creo que último) intento a ser capital del olimpismo. Por lo mismo, tenía muy adelantada la construcción  de las estructuras necesarias, hasta un 80% del total. Su presupuesto, ajustado al máximo y calificado de austero, satisfacía empero todas las necesidades de los Juegos. Tanto es así, que los mismos evaluadores del COI, hace pocos meses se mostraron de acuerdo en valorar con diferencia el proyecto hispano como superior al de las otras dos capitales licitantes. Por último, la delegación española desplazada a la ciudad rioplatense ha estado muy a la altura de las circunstancias, encabezada por un Príncipe Felipe convincente y una alcaldesa que, por esta vez, ha respondido a las exigencias. Se ha trabajado en suma mucho y bien, el pueblo español ha respondido con entusiasmo, pero de nada ha servido tal esfuerzo en punto al resultado final. Sí que ha demostrado que este país sabe competir con dignidad y cuando pierde puede levantar la cabeza sin desdoro.


Es obvio que ahora se buscan motivos que justifiquen el fracaso. Se dice que la cuestión del dopaje de algunos de nuestros deportistas ha sido un punto negativo, pero es verdad que España ha puesto en marcha una ley rigurosa al respecto. También se alude a la debilidad actual de nuestra economía, pero lo cierto es que el proyecto español ofrecía bases muy sólidas y nuestro país se halla en progreso. Con todo, algún miembro del Comité nos ha recomendado “invertir en materias más importantes que los JJ.OO.” Personalmente, creo que la clave del triunfo radicó en el dinero. El COI ha optado por la candidatura que ofrecía un proyecto más caro. Y además prepara Juegos para Europa justo en 2024, fecha del centenario de la efeméride de París.


Sin desmerecer la importancia de los proyectos rivales, estimo que se nos ha tratado de mala manera. Por eso, me muestro de acuerdo con Rafael  Nadal cuando señala que “se nos debía haber avisado que nuestro encomiable esfuerzo era en vano”. Un Nadal que nos consuela con su último y gran triunfo en un Grand Slam.


Como canta Yahir, adiós para siempre.

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