Felipe López Es el número uno del PSOE al Senado y quienes le conocen y admiran dicen que es un hombre del Renacimiento, hábil en todas las disciplina
Sostienen quienes le conocen, quienes han trabajado con él, que Felipe López García es un hombre del Renacimiento; un nuevo humanista en la tierra de Andrés de Vandelvira. Dicen quienes le aprecian que su origen humilde siempre le ha hecho rebelarse contra la desigualdad y que le enfada la imprecisión. Su voz, profunda, honda, como sus convicciones, hipnotiza al oyente en cada golpe gutural, sonoro, sincero.
Nació en 1954, en la España que no aparecía en el NODO, en los pueblos que comían mendrugos mientras Ava Gadner se paseaba por ruedos con gafas de sol tan oscuras como el día a día de la mayoría de los españoles. Explican quienes conocen a Felipe López que aquella imagen de “charanga y pandereta” le hizo empuñar la rosa, y tras licenciarse en Psicología por la Universidad de Granada y ejercer como maestro de EGB y de Educación de Adultos en Castillo de Locubín y su pueblo natal, Alcalá la Real, sentarse en el salón de plenos de su Ayuntamiento en 1979 como concejal y en 1987 como alcalde. Tras ser diputado en las Cortes entre 1993 y 1995, ese año asume la presidencia de la Diputación Provincial de Jaén, en la que ha permanecido hasta que el año pasado, conjuras palaciegas en su partido le obligaron a cambiar la Plaza de San Francisco por la de Las Batallas, qué paradoja. Confirman quienes le admiran que es un trabajador comprometido, cercano, muy perfeccionista, con una memoria prodigiosa y un gran estudioso.
La tierra
Su apego a la tierra, al cultivo de sus hortalizas y verduras junto a su padre y su hermano y a la recogida de la aceituna le han brindado durante años la perspectiva suficiente para preocuparse por el medio ambiente, por el cambio climático, por el futuro de la tierra, sus frutos y sus hombres. Impulsor y fundador de la Red Europea de Municipios del Olivo (REMO) y de la Asociación de Municipios del Olivo (AEMO), llena palabras como ‘sostenibilidad’, tan vacías las más de las veces. Quienes se tienen por sus amigos conocen su amor por la bicicleta y de su mejorado revés en el tenis y saben que aquella decisión que Felipe López tomó un lejano día por respetar sus raíces, manteniendo su casa en Alcalá, le ha hecho el hombre que hoy es, el mismo que era ayer. Sostienen, también, quienes le quieren, que cualquier destino político que hubiera desempeñado lo hubiera hecho con maestría. Con la misma que desempeñará su nuevo papel en el Senado, tras las elecciones del 20-N. Y todos, todos, sin excepción, alaban su arroz caldoso.